Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


jueves, 18 de julio de 2013

Laciana: Una noche en la Val Buena.




Chozo de Valbuena, en términos de Sosas de Laciana,
fotografiado entre las 23:00 del 16 y las 2:00 del 17 de julio de 2013.
80 tomas de 59 segundos + 20 en negro.



Aram Khachaturian.
Adagio del ballet Gayaneh
(Utilizado por S. Kubrick en 2001, una odisea del espacio 
que he visto unas 25 veces de momento)


Braña del Socuechu (Sosas de Laciana)

Anochece mientras subimos Roberto y yo monte arriba, desde el Socuechu hacia el chozo de Valbuena. Sobre el Cornón vemos tendido un retazo de esa niebla del norte que salta a términos de Laciana para ponerse a secar y esfumarse. Es demasiado tarde para este jirón porque el sol ya se hundió hace rato. La temperatura también. Se escurrieron por la collada los últimos rayos y ahora sopla del oeste un aire desapacible, húmedo, que no alcanzará la braña porque ella queda abajo, al abrigo, al socuechu. 

Después de volar me retiro a descansar al socuello de tus pechos de seda, cantan los poetas roqueros de Sinkope, extremeños y, a lo que parece, herederos en lirismo de los pastores que venían con sus rebaños desde las dehesas de Cáceres hasta estas cabeceras, a los aros de vecera arriba, y entonaban la más bella de las coplas:

Ay, qué noche tan serena
que no tiene movimiento.
Ay, quién pudiera tener
tan sereno el pensamiento.


Por no quedar arrecidos mientras la cámara registra la fuga del tiempo, paseamos a la luz de la luna entre el chozo y las charcas. De vez en cuando raya el cielo un meteorito ardiente, avanzadilla de las Lágrimas de San Lorenzo que titulan la última novela de Julio Llamazares.
Disfruté mucho con este libro donde las estrellas fugaces -otra y otra y otra- van jalonando los capítulos e iluminando recuerdos y reflexiones muy profundas. 

Desde niño me cautiva la vista del cielo nocturno. Me fascina, al menos desde aquel año 60 cuando, en la plaza del pabellón número 9, en el barrio minero de Colominas, después de cenar salíamos para seguir el rastro al Echo I, el primer satélite que habíamos logrado colocar allá arriba. Luego, en los años del enamoramiento perpetuo, me gustaba tumbarme en la hierba y mirar las estrellas hasta que extraviaba la noción de arriba y abajo, de suelo y techo. Lo lograba en un instante. Veía la Vía Láctea muy honda, muy lejos, y la constelación del Cisne y Deneb que, con Altair y Vega, completa el triángulo del verano. Colgado sobre el vacío infinito llegaba a sentir vértigo y a veces necesitaba cerrar los ojos y agarrarme al tapín o a las escobas o a los postulados de Newton que aprendíamos en cuarto de bachillerato, cuando nos quedaba por delante, y aquí, la eternidad. 
Me sigue atrayendo la experiencia y la repito de vez en cuando, pero las sensaciones no son las mismas. La primera ley de Newton -corpus omne perseverare in statu suo- no sirve de asidero para agarrar el tiempo que se escapa de las manos como si apretaras un puñado de mercurio. 


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Imágenes de un paseo desde la braña de Buxionte (San Miguel de Laciana) hasta las lagunas y el chozo de Valbuena y la braña del Sucuecho en el valle de Sosas.











Valbuena.


















Cabecera del valle de Sosas.



Florece la genciana.






Lagunas de Valbuena con el Cornón al fondo.



La laguna helada, 12 de enero de 2012.



domingo, 7 de julio de 2013

Torre de Babia (III): «Museo Etnográfico y de la Trashumancia». (Versión actualizada).






Bach: Suite para laúd en Mi (BWV 1006)  



La expresión latina carcannum viene a ser lo mismo que collistrigium, atadura que apreta y se aplica, en particular, al cuello. En francés el carcan es la picota, collar de hierro con que se amarra el reo al poste. En algún país de América del Sur, a los grilletes les llaman carlancas o carrancas.



María Moliner define carranca o carlanca  como un collar con púas que se pone a los perros para defender su cuello de las mordeduras y sugiere que ambas voces provendrían del latín tardío carcannum. El DRAE afina más y dice que la carranca preserva a los mastines de las mordeduras de los lobos. 



Grande, fornido, de cabeza redonda, orejas pequeñas y caídas, ojos encendidos, boca rasgada, dientes fuertes, cuello corto y grueso, pecho ancho y robusto, manos y pies recios y nervudos, y pelo largo, algo lanoso. Así define el DRAE al perro mastín añadiendo que es muy valiente y leal y el mejor para la guarda de ganado. 
Es un profesional serio y, como tal, su relación con el pastor es más bien técnica, por eso se ha dicho que al mastín, ni palo ni manoLa carrancas no son grilletes para él sino una prenda de protección en el trabajo a mayores de la que tiene por naturaleza en torno a su garganta. Cuando alguien siente miedo se dice que no le llega la camisa al cuerpo. El mastín es tan valeroso que le sobra camisa por todas partes y viste un cuello con tres tallas en exceso por lo menos. Los lobos tratan de matar por asfixia lanzándose al pescuezo del contrario pero la papada desmedida de este perro los empapiza, como si comieran polvorones. Las carrancas son, por tanto, una seguretat a més a més.





Isaac Álvarez, autor del Museo Etnográfico y de la Trashumancia de Torre de Babia, acaba de incorporar a sus colecciones una muestra, quizá única, de carrancas de mastín. Félix García, de la Sociedad Canina Leonesa, ha contribuído de manera notable a este logro, así como los ganaderos y vecinos de la comarca que siguen aportando material. Ciento siete ejemplares había expuestos hoy, al mediodía, y seguramente ya hay alguno más.











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El primer reportaje de este blog dedicado al Museo de Torre de Babia fue publicado el primero de septiembre de 2011 y es el mismo que aparece de aquí en adelante aunque con algún material gráfico nuevo.  



Isaac Álvarez hace unos pocos años, cuando era
flamante doctor en medicina y doble de Stewart Granger.


El Museo Etnográfico y de la Trashumancia de Torre es una creación continua, producto de la pasión y el ingenio, de muchos años de entrega y de trabajo y del afán por conservar la memoria de una cultura y tradición admirables,  acervo común a toda la montaña leonesa y, en especial, a Babia.
Ya va tiempo desde que me hablaron del paisano que había abierto un museo en Torre de Babia, pueblo al que voy con frecuencia porque me parece de los más bellos de la comarca. Pero, hasta hace unas semanas, no tuve la fortuna de conocerlo. El paisano resultó ser Isaac Álvarez Suárez, nacido en La Riera de Babia, igual que el filólogo Guzmán Álvarez.
De este primer encuentro saqué la conclusión de que Isaac responde al arquetipo del babiano que Guzmán dibujó en el prólogo a sus Estampas de Babia: robusto y ligero, de pensar reposado y maneras tranquilas, parece llegar tarde a todas partes pero ni a sus ganados los diezma el lobo o la peste ni a sus cosechas el gusano o la mala hierba.


El abuelo de Isaac que está enterrado en Brozas.

Isaac Álvarez estudió la carrera de medicina en Salamanca y aspiraba a especializarse en cirugía plástica pero un accidente con afección a un músculo cubital le obligó a cambiar de plan. Doctorado en pediatría y en alergología, ejerció en varios centros antes de afincarse en Santander, en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.
Viene de familia con gran tradición pastoril y trashumante. Uno de sus abuelos fue enterrado en Brozas, entre las dehesas de la Tierra de Alcántara, 500 kilómetros al sur de Babia y en el otro extremo de la Cañada Real de La Vizana. Hay muchos pastores babianos y lacianiegos descansando en  el cementerio de la histórica villa. Éste murió muy joven, de cólico miserere.
- Si hubiera estado en Babia, si le hubieran podido aplicar hielo, a lo mejor ...

 
Si le hubieran podido aplicar hielo, a lo mejor....
Torre de Babia, Laguna de Las Verdes, 21 de mayo de 2010
  

Las cumbres más altas de la cordillera, los célebres puertos pirenaicos, las lagunas, las extensas vegas, los purísimos ríos y los preciosos pueblos de Babia y Luna atesoran una belleza paisajística y una leyenda magníficas. Pero la comarca, como tantas en el mundo rural, parece agotarse sin remedio. Desde hace tiempo, por aquí resulta más fácil el avistamiento de corzos o rebecos que el de niños, al menos en invierno. La ganadería no rinde. El camión-cisterna que recogía la leche ya ha dejado de entrar un muchos lugares. No hay parejas jóvenes que se atrevan a invertir sus mejores años en una actividad tan trabajosa y con tan dudosas expectativas. 
La decaración de Parque Natural, siempre anunciada pero que nunca llega -acaso por ser incompatible con las explotaciones carboneras a cielo abierto que la Junta de Castilla y León trata de mantener a toda costa-, podría cambiar este estado de cosas. Ocurrió en otros valles próximos de similares cualidades. Obligaría a mejorar las infraestructuras y a promocionar la economía basada en los caudales paisajísticos, ecológicos, científicos y educativos -tal como recoge la legislación- y la actividad tradicional ganadera sería la primera beneficiada. Pero Valladolid queda tanto o más lejos que Madrid y allí están más pendientes de otros negocios.  


Así y todo, la obra que Isaac Álvarez ha hecho en Torre de Babia es un hito muy notable, un primer paso en firme por el camino que debiera conducir a que el título honorífico de Reserva Mundial de la Biosfera, que desde hace años ostentan estas cabeceras de los ríos Sil y Luna, empezase a rendir beneficios tangibles.


La colección ocupa dos casas anejas, los antiguos corrales y las viviendas del piso superior. Es mucho lo que Isaac Álvarez ha reunido aquí; lo que vino recogiendo durante toda su vida en el entorno de la propia familia y, fuera de ella, mediante adquisiciones o trueques. Lleva más de una década restaurando piezas en sus ratos libres, confeccionando fichas técnicas de forma manuscrita, para que todo vaya a tono, y supervisando las obras de rehabilitación del edificio.
- He tenido muy buenos colaboradores y asesores, sobre todo para adecuar las casas. 


Las dos siguientes  fotografías corresponden a una de las salas más sugestivas, quizá la más comentada y recordada por cuantos visitan el museo.


The Hispanic Society of América, organización que se ocupa investigar la cultura ibérica e iberoamericana, conserva entre sus colecciones 15.000 libros impresos antes del siglo XVIII, 250 incunables, 1.500 pinturas, 1.000 esculturas, innumerables piezas de todo tipo, 15.000 grabados y más de 175.000 fotografías. Entre estas últimas hay una, tomada en el año 1920, cuya copia puede verse en el Museo de Torre de Babia. Está colgada en la pared, a la derecha del chozuelo del pastor.


El chozuelo portátil  fue un invento muy práctico. La foto, tomada en Extremadura, muestra un terreno que debía ser fertilizado con buen abono. Para ello conviene construir un cerco temporal, a base de estacas y red de cuerda, donde las ovejas son confinadas durante los días precisos para lograr un buen empedrado orgánico. Dicen que no hay abono más nutritivo que el de las ovejas de monte. Tal como se aprecia, el chozuelo puede ser desplazado de una finca a otra siguiendo la marcha del rebaño. El ejemplar aquí exhibido procede del cercano pueblo de Villargusán. Tiene un grueso teitu de pacha que facilita el escurrido de la lluvia. En el primer tercio del siglo XX, este mismo chozuelo era transportado por dos vacas hasta los pastizales al pie de Peña Ubiña, a 1.800 metros de altitud.




- Cuando escribas sobre pastores y trashumancia -insiste Isaac- no olvides a las mujeres. Mientras ellos se ocupaban en las dehesas Extremadura, ellas se enfrentaban aquí, solas, a los ocho meses del invierno, cargando con toda la responsabilidad de criar y educar a los hijos y atender el ganado, la casa y la hacienda en aquellos tiempos de tanta inseguridad y desvalimiento.

Los babianos vanse, vanse.
Las pastoras choran, choran.
¡Ay de mí, probe cuitada!
¿Con quién voy dormire agora?

Y de los cuatro meses que los hombres permanecían en Babia, la mitad los pasaban con los rebaños arriba, en los puertos. Ese con quién voy dormire agora significa con quién voy a repartir tántas cargas y responsabilidades, tanta inseguridad y también, a veces, tanto miedo; a quién voy a confiar mis dudas, recelos, temores, de dónde sacaré fuerzas, cómo encontraré tiempo para el descanso y el sosiego, con quién haré frente al frío, la soledad, el desamparo de las noches lobunas que no acaban nunca.


Algunas imágenes del interior del museo.







Argadiellu o argadiecho o argadillo: armazón con rueda
giratoria de cuatro brazos para devanar madejas de lana.
En el cercano valle de La Cueta se cantó esta copla: 

Yo nun me queixu de Queixu;
quéixome de Cacabiechu,
que toda la nueite anduve
lo mismu que un argadiechu.

Toda la nueite como un argadiechu, dando vueltas a la cabeza, como las mujeres en las noches inacabables del invierno babiano, como los hombres bajo las estrellas de hielo en la dehesa de Cáceres.

Ay, qué noche tan serena
que no tiene movimiento.
Ay, quién pudiera tener
tan sereno el pensamiento.




Volvemos a la sala del chozuelo para recordar que nuestro anfitrión fue
también un reconocido criador de mastines leoneses, como acreditan las
fotos colgadas en la pared de la izquierda. 





Esquíes y barachones (barajón -de barallio-ōnis-, bastidor de madera 
que se ata bajo el pie para que no se hunda al andar sobre la nieve). 







Instrumental peligroso (1): carraca

Arriba, carraca de doble lengua con aspecto de matraca: instrumento de madera en que los dientes de una rueda, levantando consecutivamente una o más lengüetas, producen un ruido seco y desapacible (DRAE). Se usa en conventos e iglesias durante la Semana Santa, en lugar de las campanas. De aquí viene la expresión dar la matraca.


Instrumental peligroso (2): bomba de sulfatar

El asidero superior, de color rojo, se usa para actuar sobre el émbolo hasta que en el calderín de latón se alcance presión suficiente ¡pero no más! El cuerpo solo tiene dos válvulas de seguridad. Si a este artilugio se le aplica una fuerza babiana y si las válvulas de seguridad carecen del necesario mantenimiento periódico, el calderín puede reventar. Se han dado casos de accidentes fatales. Un labrador de Robledo de Babia falleció mientras lo utilizaba en su tierra.    


Instrumental terapéutico

Isaac Álvarez también conserva en su museo instrumental utilizado en sus primeros años de profesión. En la vitrina expone además un retrato del primer equipo de colaboradores con que contó en el Hospital de Valdecilla. 



El anfitrión.

El Museo Etnográfico y de la Trashumancia de Torre de Babia guarda muchas sorpresas. Entre ellas, la colección de autómatas titulada Reproducciones artesanales de oficios y profesiones que nos harán descubrir y valorar distintas formas de vida de nuestros antepasados. El conjunto es obra de Modesto González Oveja, natural de Salientes.
El siguiente vídeo recoge unos instantes de funcionamiento.


Y, para terminar, os aconsejo asistir a esta conversación
entre un pastor babiano y J.A. Labordeta. 


   


     
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Resto de días: apertura a las 17 horas.