Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


sábado, 12 de octubre de 2013

Babia / Somiedo: Caminata por el tiempo.


Para Goizalde,
que vendrá con su padre cualquier día.
(Te habíamos prometido este reportaje).





Bach: Concierto en Sol menor BWV 1058




Son las nueve y diez.
El sol acaba de incendiar La Orbia por encima de Cacabiel.lu,
la niebla se desvanece y hay estelas de aviones el cielo. 
 
Hoy el camino nos lleva muy atrás en el tiempo.


Cuatrocientos millones de años.
Oleadas de légamos arrastrados al fondo de un mar de escasa hondura dieron origen
a estos estratos. En aquel agua vivieron criaturas extrañas y, entre ellas, bichos
similares a nuestros berberechos -terebratúlidos suena muy raro- cuyos restos
quedaron atrapados bajo el peso de los barros viajeros. 

¿Por ahí estaría aquel mar somero?


Remontar en el tiempo nos exige tanto esfuerzo como trepar por estas peñas. No me refiero a nuestro tiempo, que corre acelerado cuesta abajo. Me refiero al tiempo donde hurgan los astrónomos, geólogos y demás exploradores del infinito usando magnitudes inconcebibles.
La Tierra se formó hace 4.500.000.000 años. Nosotros -al menos los de Europa- aspiramos a rebasar los 80 en soportables condiciones. Si equiparamos la edad de la Tierra a un año del calendario solar, entonces nuestra vida duraría medio segundo. Es bueno tener presente este punto de vista. 


Cientos de millones de años.
Continentes a la deriva, empujes colosales, pliegues y repliegues labrando cicatrices en la cara de la Tierra. Arrugas que el tiempo acaba limando antes de que otras fuerzas causen el levantamiento de cordilleras nuevas, como la nuestra, que sin dejar de crecer ven cómo los meteoros se ceban en sus crestas. Viento, lluvia, hielo, rayos triturando las rebrotadas peñas y sacando a la luz vestigios de vida antigua, criaturas que brujulearon en no sé qué mar y que hoy, en Babia, son alpinistas de piedra.



Más fugaces que nosotros son las flores
que anuncian el otoño y espantan a los pastores.



Florece la merendera, el rebaño de ovejas levanta el campo
y abandona la majada de L.lagüezos camino de La Cueta y mucho más allá.


Y el pastor, con las prisas, olvida la tapa
de la tartera en medio del pastizal.




Más allá de las peñas del Rañadoiro corre el arroyo de La Pradiella.
Por allí queda Brañaqueimada, la Fuente de La Bruxa, La Pena Salgueiro 
la disputada linde entre Babia y Somiedo. 
A lo lejos, en Laciana, el pico Muxivén.


Las valles de Fasgares y L.lagüezos confluyen en La Cueta con la cuna del Sil.
Entre ambos, la L.lomba del Rozo.



El Cornón a lo lejos, bajo la nube, es una de las cumbres
señeras en esta cordillera que es flamante y tan vieja a la vez, según se mire. 
 



Pocas especies resisten aquí arriba. 




A los fósiles marinos se agarra la Caloplaca biatorina.
que resiste las condiciones más duras.





La Siempreviva soporta también lugares inhóspitos.


El enebro rastrero tapiza los suelos más sufridos.



Aliada con el junípero, la uva del oso se amarra al inestable suelo 
hasta que a ambos, suelo y planta, se los lleva el tiempo cuesta abajo.


La parienta lejanísima de los dinosaurios sobrevive porque es pequeña y discreta, 
come poca cosa y unas perlas de rocío le bastan para la sed.





La sierra de L.lagüezos se desmorona sobre el Valle del Lago.


En la última etapa glacial, el hielo trituró y desmenuzó las peñas y arrastró
las migajas monte abajo formando colinas, grandes arcos morrénicos como
este de las Veigas de Cuevameliz.




Uno de los parajes más bellos en el Parque Natural de Somiedo que sólo
se puede admirar desde aquí arriba porque el área fue calificada como
Zona de Uso Restringido Especial y de acceso muy limitado.




En Cuevameliz, obra de uno de los glaciares suspendidos 
sobre la gran lengua de hielo que labró el Valle del Lago,
los vaqueiros construyeron chozos y corros hace mucho de nuestro tiempo.



En Valle del Lago, sobre el barrio de l´Outeiru, se desmorona La Estaca.
Más allá, El Michu que emergió desde el fondo del mar y se alzó como el lomo de
una cebra hace ya mucho tiempo, de su tiempo.
A la derecha, el Campo del Xuegu la Bola y el Camino de La Mesa.


La Peña Negra, sobre el Camino Real de La Mesa.




Manadas de rebecos campan -¿a sus anchas?- entre Babia y Somiedo. 
Cerca del collado Sobre el Agua, algún cazador perdió esta herramienta.




La braña de Murias L.longas, por debajo de La Paredina, 
metida entre las sierras de L.lagüezos y de Las Morteras.




Por estos montes calizos se da el agracejo, 
de grandes virtudes terapéuticas.









Chozos o corros aun quedan en pie en ésta y otras brañas de Somiedo.
Construidos hace mucho de nuestro tiempo, su falsa bóveda obedece a
una técnica de tradición megalítca.





Las hayas regalan este año una buena cosecha para el oso.



También la mostachal está cargada.















El Lago del Valle, con su isla de l´Entreiru, ocupa la poza
labrada por el glaciar hace apenas unas decenas de miles de años. 


El sparganium angustifolium enraíza en el fondo
y trepa por el agua en los lagos glaciares.









El último sol alumbra Pena La Braña, sobre la pradera del Valle.


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El concejo asturiano de Somiedo, en su integridad, fue declarado Parque Natural en 1988.
Es asimismo Lugar de Importancia Comunitaria, Zona de Especial
Protección de Aves y Reserva de la Biosfera.

En la provincia de León, los términos de Babia y Luna ostentan las mismas
credenciales a excepción del título de Parque Natural que, según dicen, podría
hacerse efectivo en breve.

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