30 de octubre de 2011
Peña Cefera (2.011 m) y Los Arcos del Agua (2.063 m)
vistos desde la carretera de Vegapujín a Fasgar.
A Los Llaos de Peña Cefera y del Baucín -en realidad, el Llao del Baucín o del Boucín está algo apartado, más al oeste- se sube desde Vegapujín a través del muy precioso abedular de La Guariza. El paraje es de los que quitan el hipo, especialmente entre abril y mayo o entre octubre y noviembre. Los Llaos, desperdigados en torno a la cota de los 1.880 metros, son un regalo que nos dejó la última glaciación. El circo, uno de los más notables del noroeste leonés, lo forman la Peña Cefera (2.011 m) y la serie de riscos, cabecera de la Sierra de Fernán Pérez, conocidos también como picos de las Arcas del Agua (2.063 m).
(Información detallada sobre el camino a seguir, y muchos otros asuntos, en las páginas 296-305 del libro Alto Sil, 40 rutas a pie).
Fijaos bien ahora en el mapa y la ortofoto del Sigpac.
¿Los Arcos del Agua o las Arcas del Agua?
No creo que el topónimo aluda a estos arcos orográficos cuya forma solo es apreciable desde un avión. En su libro «ALTO SIL, 40 RUTAS A PIE», Alberto Álvarez llama Arca de Agua al collado entre Peña Cefera y la cabeza de la sierra de Fernán Perez.
Arca del Agua es un nombre mucho más sugerente que Arcos del Agua. Alberto se informa a conciencia pero, además, ese es el nombre verdadero de Los L.laos: las Arcas del Agua.
Los peñascos de Arcos del Agua reflejados en el Arca del Agua.
Arceo -ui equivale a contener o retener. La expresión arca de agua significa depósito según el DRAE y el Vikcionario la define como cisterna donde se reciben las aguas que desde allí se distribuyen. Son muchos los que aún menosprecian el Vikcionario pero cada día son más los que lo utilizan y lo mejoran. Los L.laos del Vallegordo fueron, en efecto, el depósito de acumulación de aguas y el distribuidor de caudal para las explotaciones auríferas en el siglo I.
Antes de seguir, ¿ponemos la música?
Schubert: Serenade.
¿Por qué no una serenata para un amanecer, si es tan sereno?
Llegar a Vegapujín antes del amanecer, tomar el camino antiguo hacia Fasgar por la ribera sur del río, buscar -un kilómetro más arriba- el arranque del camino a La Guariza, subir con salero la ardua senda hasta Los Llaos y coronar temprano aquellas cumbres para dar vista a la Cordillera y a los valles del Bierzo antes de que el sol haya acabado de desperezarse.
Este esfuerzo es el único precio para gozar de un espectáculo impagable.
El Bierzo desde el nacimiento de la Sierra de Fernán Pérez.
Tres velos se ven tendidos sobre La Hoya. El primero, la niebla, envuelve la ciudad de Ponferrada. Por encima, la boina de partículas habitual en situación anticiclónica y, mucho más altos, los cirrostratos anunciando la lluvia que caería un día después.
En medio, una columna de vapor se alza desde la central térmica de Compostilla.
El valle del naciente Boeza que corre hacia Colinas del Campo e Igüeña.
Por el norte, al fondo, asoma Peña Ubiña (2.416 m).
Desde Peña Cefera hasta Ubiña hay 34 kilómetros de distancia en línea recta. Por medio se ven las suaves lomas de Omaña (el Monte del Oceo, entre Vegapujín y Murias) y, más allá, la Sierra de Villabandín y el alto, muy alto, de La Cañada (2.154 m).
En el Vallegordo, Fasgar.
Aún no se fue toda la nieve caída días atrás.
Por encima de Los Llaos, a dos mil metros de altura, entre el canchal enrojecen las hojas de los arándanos. Esta llamarada repentina, a las puertas del invierno, es su canto del cisne. La planta quedará desnuda en pocos días y, en adelante, los pequeños tallos de madera lignificada sabrán soportar los vientos glaciales hasta el momento de revivir, en primavera.
La interrogación del enebro.
Entre los arándanos, un tallo de juniperus comunis alpina, el que conocemos como enebro rastrero o nebrina, repta sobre las piedras y a ellas se amarra fuertemente. Es uno de los pocos arbustos capaces de vivir a estas alturas, resistiendo los más despiadados vendavales y el bombardeo de los cristales de hielo. Su tallo se adhiere a la peña echando a modo de anclas paqueñas pero duras raíces cada pocos centímetros. A cobijo de las peñas y de los enebros, la alfombra escarlata de los arándanos podrá aguantar solo unos días más.
De repente, dos corzos.
A estas horas es fácil topar con ellos pero muy difícil fotografiar animales tan esquivos. (Sobre todo si no están ajustados los parámetros de la cámara). El capreolus capreolus podría correr a 75 km/h en terreno despejado pero, en su hábitat natural, no necesita tanta velocidad. Le basta con volar. Así, no hay quien lo siga.
No ha amanecido por completo en el abedular cuando, por encima del canal romano de Las Porrinas, el sol incendia un abedul intrépido.
La isla de hierba.
En La Veiga de Los Llaos el ganado disfruta sus últimas horas de este otoño.
La huella del glaciar.
Al oeste, muy cerca, se identifican cumbres más significadas de la comarca: la Torre Catoute (2.112) asomándose a la izquierda, muy por detrás de las Torres de Vizbueno; La Cernella espolvoreada de blanco (2.127), la larga cresta de Valdiglesia (2.136) apenas visible más allá ...
Los montañeros de El Bierzo, que también tienen gran querencia por esta maravilla natural de Los Llaos, remontan desde Colinas del Campo de Martín Moro el curso del río Boeza hasta casi alcanzar El Campo de Santiago, desde donde enfilan hacia los Arcos del Agua.
El pastizal del Campo de Santiago, donde se forma el río Boeza, ocupa 60 hectáreas casi planas en torno a la cota de los 1.500 metros. Lo rodea un rosario de cumbres de entre 1.900 y 2.100 metros y el agua del deshielo solo tiene una vía de salida hacia el sur, hacia El Bierzo.
2 comentarios:
fotografias especialmente radiantes.saludos
Un post fantástico y las fotografias espectaculares.
Un abrazo utópico, Irma.-
Publicar un comentario