Marruecos: cascadas de Ouzoud.
Día 6 de junio de 2013.
Día 6 de junio de 2013.
Es bueno tener un atlas acompañado por una relación de prejuicios firmes e
incontestables acerca de cualquier lugar del mundo. Así por ejemplo, si alguna vez te lían para
ir a Marruecos, podrás partir muy bien advertido frente a la disentería y tantas otras amenazas como acechan en aquel país. En
consecuencia, ni catarás frutas ni verduras sin hervir ni te fiarás de
la botella de agua cuyo precinto no se haya roto en tu presencia. No penetrarás
más allá de cincuenta metros en los zocos porque, de lo contrario, no saldrás de allí aunque hayas ido desenrollando el hilo que algún taimado irá ovillando por detrás. No te fiarás del moro pesaroso ni verás en el regateo un acto social arraigado en la viejísima tradición porque, como bien sabes, es un vil intento de robo en el que siempre gana el más listo. O sea, tú. ¡Já!
Cuando cualquier chaval -casi todos chapurrean varios idiomas- te indique el camino a seguir para visitar ese lugar que te recomendaron, tomarás la dirección opuesta ya que lo único que él pretende es que te pierdas. No se te ocurrirá reflexionar acerca de si el moro gemebundo ha de ganar su pan como dios le da a entender, aunque sea atosigando al turista, ni caerás en la cuenta de que quién te engaña de verdad quizá sigue apalancado en el consejo de tu caja de ahorros o gestionando la fraternidad ajena o haciendo turismo solidario con fondos públicos.
Llevarás contigo al menos tres pólizas de seguro sanitario por si te atropella una motocarro, porque los moros conducen todavía peor que los portugueses. Si lo sabrás tú, que un día fuiste a comprar toallas a Valença do Minho.
Los prejuicios te servirán, en suma, para tener previsto todo tipo de eventualidades y garantizada la seguridad en tanto permanezcas en este país donde el aire no se mueve y arde la tierra y el suelo es árido y en él apenas crece alguna chumbera y el polvo se mete por todas partes y no hay ríos y mucho menos cataratas y por los cauces resecos solo se deslizan víboras del Atlas y escorpiones y donde la solanera es tan cruel que hasta la propia sombra se asusta y se encoge como luego demostraremos. Gracias a tus irrebatibles prejuicios tendrás asegurada la vuelta sano y salvo, debidamente estreñido, sin que te haya atropellado ninguna mobilette y con buena parte del presupuesto sin gastar.
Supongo que se entiende la ironía. Inch'Allah!
Cuando cualquier chaval -casi todos chapurrean varios idiomas- te indique el camino a seguir para visitar ese lugar que te recomendaron, tomarás la dirección opuesta ya que lo único que él pretende es que te pierdas. No se te ocurrirá reflexionar acerca de si el moro gemebundo ha de ganar su pan como dios le da a entender, aunque sea atosigando al turista, ni caerás en la cuenta de que quién te engaña de verdad quizá sigue apalancado en el consejo de tu caja de ahorros o gestionando la fraternidad ajena o haciendo turismo solidario con fondos públicos.
Llevarás contigo al menos tres pólizas de seguro sanitario por si te atropella una motocarro, porque los moros conducen todavía peor que los portugueses. Si lo sabrás tú, que un día fuiste a comprar toallas a Valença do Minho.
Los prejuicios te servirán, en suma, para tener previsto todo tipo de eventualidades y garantizada la seguridad en tanto permanezcas en este país donde el aire no se mueve y arde la tierra y el suelo es árido y en él apenas crece alguna chumbera y el polvo se mete por todas partes y no hay ríos y mucho menos cataratas y por los cauces resecos solo se deslizan víboras del Atlas y escorpiones y donde la solanera es tan cruel que hasta la propia sombra se asusta y se encoge como luego demostraremos. Gracias a tus irrebatibles prejuicios tendrás asegurada la vuelta sano y salvo, debidamente estreñido, sin que te haya atropellado ninguna mobilette y con buena parte del presupuesto sin gastar.
Supongo que se entiende la ironía. Inch'Allah!
1.- Las cascadas de Ouzoud
Cerca de Tanaghmeilt, municipio de Azilal, unos 155 km al nordeste de Marrakech, están las cascadas de Ouzoud. Ouzoud viene a significar molienda en lengua bereber y no oliva como afirman tantos foros y blogs. Lo del copia y pega es más resbaladizo que el aceite.
Dos kilómetros aguas abajo, el Ouzoud aboca al Wadi El-Abid que a su vez termina uniéndose al Oum-er-Rbia. Este último, el mayor del Marruecos central, viene de nacer en el Medio Atlas y alcanza el Atlántico en Azemmour. Y, mira tú por dónde, Azemmur sí que significa aceituna u oliva en bereber. En esta cuenca cultivan olivas, naranjas, uvas, trigo y muchos otros productos y los embalses, además de asegurar el riego, producen energía eléctrica.
Entre el magnífico olivar de Ouzoud encontramos una manada de macaca sylvanus que, aunque buscan alimento por su cuenta, se han habituado a la compañía de lugareños y turistas. Témome que, a la larga, esta relación no será buena para ellos. La madre y el hijo de la fotografía observan atentamente a unos cristianos que estamos haciendo el mono o eso parece. Pero no hacemos el mono. Es mediodía solar en Marruecos y tomamos la medida a nuestras sombras que, a todas luces, han encogido. El prejuicio resultó acertado.
Una semana después, sobre un cortafuegos cerca del Alto Pando, en el Vallegordo de Omaña, fotografié mi sombra a las dos, mediodía solar según el disparatado horario español. Y, en efecto, resultó un tercio más larga que la proyectada en Marrakech.
Hecha la comparación, resulta una diferencia en latitud de unos 11º entre Murias de Paredes y Marrakech, lo que apenas supone unos 1.200 km en línea recta. ¡Ay que ver lo listo que era Eratóstenes que, 255 años antes de Cristo, ya hizo este tipo de cálculos sin tener a mano la wikipedia!
Apenas tres kilómetros aguas arriba dicen que nace el Ouzoud, pero lo que allí ocurre es una fecundación asistida. Por el Atlas hay muchos cursos subterráneos que afloran de vez en cuando y vuelven a desaparecer. Varios de ellos fueron capturados y canalizados hasta este lugar. Así engordó el río que fluye abundante y limpio -al menos a primeros de junio- entre adelfas floridas, olivos y demás arboleda densa y muy verde. Y así es como uno imagina los jardines de las viejas leyendas árabes. Aunque este es país de bereberes, quede claro.
La piel de seda de estas náyades europeas refleja
el resplandor ígneo del travertino de Ouzoud.
el resplandor ígneo del travertino de Ouzoud.
Me preguntan por qué no salgo en ninguna foto. Pues heme aquí acompañando
a Moustapha, guía colegiado y especializado en trekkings por el Atlas.
a Moustapha, guía colegiado y especializado en trekkings por el Atlas.
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2.- Essaouira, la ciudad del viento
Essaouira tiene varios apelativos líricos como ciudad del viento. La bahía y el puerto están resguardados por las Islas Purpurarias -Mogador y sus pequeños satélites- que aplacan los efectos del vendaval atlántico.
Dicen que Mogador ya estaba habitada al menos hace 4.500 años. Por los tiempos de Cristo los bereberes fabricaaban aquí cierto tinte conocido en el imperio como la Púrpura de Tiro desde que los fenicios lo vendían. Se obtiene a partir de unos pequeños caracoles marinos muy abundantes en estas costas. De ahí el nombre de Islas Purpurarias.
Plinio el Viejo escribió que más allá de las Islas Purpurarias están, según algunos, las Islas Afortunadas y algunas otras. Añadió que el mismo Seboso llega a dar número y distancias afirmando que Junonia dista de Gades 750.000 pasos, que Pluvialia y Capraria están a la misma distancia en dirección al ocaso, que en Pluvialia no hay otra agua que la de lluvia, que a 250.000 pasos están las Afortunadas frente al costado de Mauretania y en el rumbo de la octava hora del Sol, que una se llama Invalle por su convexidad y otra Planasia por su aspecto, que el contorno de Invalle es de 300.000 pasos y que allí crecen árboles de una altura de ciento cuarenta pies.
Dos mil años más tarde no está claro lo que Seboso y Plinio afirmaron y hay alguna polémica, así que mejor lo dejamos.
En 1506 los portugueses edificaron el Castelo Real de Mogador que seis años después cayó en manos de los bereberes y luego pasó a ser refugio de piratas. Dos siglos después fue fundada Essaouira a instancias del sultán Mohammed Ben Abdellah al-Qatib, que encargó al francés Théodore Cornut y a otros europeos el diseño y dirección de obra. La fortificación del puerto, en 1770, se debe a un británico conocido como Ahmed el Inglizi -el Inglés- o Ahmed el Alj -el Renegado- y dicen que la inscripción sobre el frontón de la Puerta de la Marina -foto inferior, hace referencia a este personaje.
Essaouira vive de la pesca, la industria -alimentaria y textil
principalmente-, las artesanías y el turismo.
Cerca de Essaouira se ve algún árbol en cuyas ramas, en vez de pájaros, se columpian cabras. Ya se sabe que las chivas son grandes trepadoras, pero a éstas las aúpan sus dueños para atraer a los turistas y pedirles una propina a cambio de la foto.
El árbol se llama arganier -Argania spinosa-y abunda desde aquí hasta la llanura de Souss, junto a Agadir. Le llaman también madera de hierro pero su gran valor es el fruto, parecido a una almendra, de cuya semilla se obtiene el aceite de argán tan celebrado hoy en el mundo pudiente y exquisito por sus virtudes culinarias, cosméticas, antioxidantes, cardiosaludables y no sé cuántas más. Por si fuera poco, parece que también podría frenar el desarrollo de ciertos tipos de cáncer, lo que se está investigando ahora.
Camellos y cabras comen las hojas del arganier pero las cabras zampan también la fruta y, al cabo del tránsito digestivo, entregan los huesos mondos y lirondos habiendo resuelto, con eficacia y eficiencia energética, la primera fase en el proceso de obtención del aceite. (¡Qué bien me quedó este párrafo!) La segunda etapa consiste en quebrar las pepitas, separar las cáscaras para su uso como combustible, moler la semilla, impregnarla de agua tibia, amasarla pacientemente, exprimirla, recoger el líquido en un recipiente, decantar ... et voilà l'huile prodigieuse!
Hoy todo esto se hace con medios mecánicos y el producto contribuye de manera notable al desarrollo económico de
Marruecos. En esta región operan unas cuantas cooperativas. La que hemos conocido está formada
por mujeres discapacitadas, maltratadas o muy pobres. Ellas hacen una exhibición del método tradicional para lograr el líquido virtuoso y elaboran alguno de los derivados que allí mismo se pueden adquirir: perfumes, limpiadores y regeneradores de la piel -el mapamundi que un servidor tenía en la mejilla izquierda está evanesciendo a ojos vista- o delicias culinarias como el amlou hecho a base de aceite de argán, almendras tostadas, miel y
canela.
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3.- Algo sobre Marrakech
La plaza Jemaa-el-Fna en un momento tranquilo.
Dicen que el zoco o souk de Marrakech es el mayor de todo el Maghreb. Por zoco se entiende un mercado pero, etimológicamente, vendría a significar algo así como barullo. El conjunto de zocos de Marrakech ocupa unas doce hectáreas al norte de la plaza Jemma-el-Fna. Entrando desde aquí por la proximidad del desaparecido Café Argana -donde el terror islámico causó catorce muertos en 2011- se pierde el norte en un dédalo de callejas, culos de saco, luces y sobras, sombras, colores, olores y barullo indescriptible.
Los primeros zocos me recuerdan la Feriona de Villablino aunque sin embutidos de لحم خنزير ni pulpeiros ni trileros ni carteristas. El Smarine ofrece ropa surtida y camisetas de Cristiano Ronaldo, Messi y Neymar. En el Rahba Kedima tienen verduras, frutas, gallinas y hierbas prodigiosas y en el Batna y el Maazi hay una enormidad de pieles curtidas pero en bruto.
Zoco El Batna: pieles curtidas y listas para trabajar.
Más allá hay algo parecido a la sección de complementos de El Corte Inglés: alfombras en el Zrabia, artesanías de piel y marroquinería en el Kebir, bisutería y joyas en el Fakharina y el Siyyaghin, foulards en las Alcaicerías y cinturones y babuchas en el Smata.
El asunto se va poniendo más interesante al llegar al área de instrumentos musicales de cuerda y percusión, artesanías de cerámica, latón y cobre, cestería, trabajos en madera y qué sé yo. En este laberinto se fabrica y se vende de todo pero lo que más me interesó conocer fue los talleres del hierro, acero, cobre y latón, las tintorerías, el curtido de pieles y alguna cosa más.
Zoco de los tintoreros.
Dicen que hay más de dos mil artesanos en Marrakech. Cuanto más alejado de la plaza El-Fna y más próximo al barrio de la Qoubba Almorávide, más interesante me pareció lo que fui descubriendo. Interesante no es lo mismo que divertido o guay. Es también lo que conmueve, provoca, inquieta e ilustra; ciertos trabajos, las condiciones en que se realizan, la edad que aparentan los aprendices, lo que podría haber tras las preguntas que no hice y las imágenes que no me atreví a robar.
Tenía especial interés por conocer el zoco de los curtidores que, al igual que el mercado de camellos, fue instalado al borde de la ciudad a causa del olor apestoso que desprende esta industria. Las tenerías distan un kilómetro del resto de los zocos. Están al pie de la muralla, junto a la Bab Debbagh -Puerta de los Curtidores- y al cementerio de Sidi Ech Cheffaj y a un tiro de piedra del reseco río Issil.
En los procesos de limpieza y tintado del cuero, que apenas han cambiado durante siglos, se emplean productos químicos diversos y también, todavía, excrementos de paloma cuya descomposición produce el amoniaco disolvente. La concentración más débil que el olfato humano puede detectar es, según he leído, la máxima soportable en exposición continuada de ocho horas. Mayor densidad causaría daños pulmonares muy graves.
La Medina entera de Marrakech es como un inmenso ferial. Todo el mundo ofrece algo, todo el mundo busca algo, el trasiego de productos a pie o en carretillas o en flotas de motocarros no cesa y hay barrios enteros, como el antiguo Mellah judío, con siglos de especialización en asuntos de trading.
El mercado continuo vecino a la puerta Bab Doukkala está organizado, como todos, por áreas exclusivas. Extramuros hay una zona reservada a la flota de intervención rápida para atascos en la red de desagües. Los talleres ambulantes -caja de herramientas, rollos de alambre de gran fortaleza y elasticidad y cazo extractor de mango largo- van instalados sobre mobilette.
Completado el recorrido por los zocos de sur a norte, pronto se alcanza el conjunto de edificios históricos más hermoso y sugestivo en la ciudad, o así lo he visto. La Qoubba, que apenas dista cincuenta metros de la mezquita de Ben Youssef y de La Medersa, data de 1117 pero no fue descubierta hasta mediados del siglo XX. La preciosa cúpula, elevada en su tiempo sobre un estanque, formó parte de una mezquita. La escritura fundacional es la inscripción más vieja que se conoce: Fui hecha para la ciencia y la oración por Abdallah, príncipe de los creyentes, descendiente del profeta, el más glorioso de todos los Califas. Reza por él cuando atravieses esta puerta para que se cumplan tus más elevadas esperanzas.
La escuela coránica, llamada Medersa de Ben Youssef en homenaje al sultán almorávide Alí ben Youssef -el de la Qoubba-, es obra del monarca saadí Abdellah Al Ghalib y fue edificada en 1564. Aquí, durante más de cuatro centurias, recibieron enseñanza unos 900 estudiantes por curso en disciplinas diversas pero, ante todo, en teología. Los forasteros, en régimen de internado, ocupaban 132 habitaciones.
Una habitación en la Medersa.
Hay tanto que ver en La Medina que cuatro días se quedan cortos.
Conocer Marrakech requiere tiempo, interés y calma mora.
Bellezas británicas trasladadas al Palacio de La Bahia desde una novela de E. M. Forster.
Nuestro querido líder Mohammed parte y reparte las tortas que zampamos como refrigerio de media mañana. Los bereberes acompañan el té a la menta impregnando el pan en miel y en aceite de argán.
Tajine de Chez Chegrouni, en la Plaza Jemaa-el-Fna.
Bastela o pastila: el plato por excelencia, al menos para nosotros. Hecho a base de pollo u otro tipo de carne o también marisco, cebolla picada, perejil fresco, aceite de oliva o argán, huevo cocido y picado, pimienta negra, azafrán molido, canela, jengibre, miel, almendras crudas, azúcar glas, goma arábiga, agua de azahar y todo envuelto en finísima y crujiente masa brick. Puedes conseguir la receta pinchando aquí.
Pescado muy fresco en Essaouira.
El aeropuerto de Marrakech-Menara (2008) se cita entre los más llamativos del mundo por la combinación de su estructura rotunda de cemento con el juego de arabescos de cristal que la dulcifican y siembran suelos y paredes con luces y sombras en continua evolución.
Allauh Akbar y Él me libre de ponerlo en duda. Pero después de diez días sin catar ni una cerveza, cuando estas aeromozas nos sirvieron en el cielo una botella de vino de la taifa cristiano-riojana, me acordé del milagro en Caná.
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