Antiguamente el mundo era tan pequeño que podíamos dar un nombre a cada cacho de tierra o de agua. Para las lagunas, como eran pocas, solía bastarnos con la denominación genérica de chaos excepto en Somiedo, que allí tenían unas cuantas y con el apelativo común no se aclaraban. Si acaso, el tamaño podía ser determinante. De ahí que, por la parte de Degaña, además de chaos o chagunas teníamos chagüeños o chagüezos o chaunachos. Por la de Cangas, entre Hermo y Riomolín, a una laguna diminuta le pusimos Chauchina, que viene equivaliendo a lagulina. Por Babia bautizamos el Chao de Río de Lago y unos cuantos más. Por Omaña, como hubo siempre un notable trajín debido el Camino de Los Asturianos y a la mucha relación con
En Laciana, con eso de los tamaños siempre fuimos algo hiperbólicos. En términos de Robles, casi un kilómetro por arriba de La Cueña , a la izquierda del camino, hay un charco de unos quince metros de largo por ocho de ancho y dos cuartas de profundidad que, además, en junio ya está seco. Pero le pusimos El Chao, o sea, El Lago, con todas las de la ley. En las cabeceras del valle de Sosas está el pozo que veis en estas fotos. Tiene forma de riñón, mide setenta metros por treinta y tantos y debe de ahondar por lo menos metro y pico. Y claro, si al charco de Robles le pusimos El Chao, a éste, ¿cómo le íbamos a poner? ¡La Chagunona! ¿Qué menos?
La Chagunona de Sosas es uno de esos cuencos que el hielo dejó escarbados al término de las glaciaciones. Hoy día, cuando ocurre el esnieve, La Chagunona rebosa y vierte monte abajo. El arroyo así formado se entretiene dibujando meandros en las sucesivas terrazas que también son recuerdo de la actividad glaciar. En la foto superior vemos una de esas terrazas y más allá, en la pendiente, se distingue el vestigio de al menos tres corros donde, aún no ha mucho, se protegía el ganado en la noche.
Por estas charcas del circo del Cornón, en cuanto ocurre el deshielo, el agua está fría como un témpano pero es, al mismo tiempo, un hervidero en plena ebullición.
Entre los amigos sabios con quienes comparto la afición por el monte, cada cual tiene una especialidad: El Tío es poeta, Primitivo y Manolo Vega son un seguro a todo riesgo, Pepe Paco es geólogo, Ramón es geógrafo, Manolo el Cazador es botánico y etnógrafo, Roberto es filósofo de la escuela de Schopenhauer, Bito, Floro y Gonzalo el de Igüeña son enólogos -no quiero ser más explícito-, Cástor es ictiólogo, entomólogo y gastrónomo, Víctor el Tsobu es una fuerza de la naturaleza y así sucesivamente. En cuanto a fauna, todos sabemos que ese asunto lo lleva Edu. Gracias a él sé que los bichos de estas fotos son triturus helveticus o tritones palmeados. En su compañía observé también ejemplares de tritón alpino, que es más oscuro y con la barriga roja, pero en esta ocasión ninguno se dejó ver.
El 13 de abril, desde la cima de El Cornón me acerqué a La Chagunona que aún aparecía bastante helada. Después anduve observando los tritones por charcas y meandros. Cuando llegué a Veigas caí en la cuenta de que había olvidado arriba el monopié de la cámara. Volví a recogerlo el 17, acompañado por Bito.
Fijaos en las fotos inferiores para comprobar el desarrollo que, en ese corto espacio de cuatro días, experimentó la prole de la rana bermeja.
Día 13
Día 17, exactamente en el mismo lugar.
La rana bermeja
puede vivir en altitudes de hasta 2.600 metros. Las hembras ponen
varios miles de huevos en paquetes de unos quinientos. Cada huevo tiene
un diámetro de dos milímetros. La cápsula de gelatina que los
envuelve se hincha o expande y el conjunto flota en la superficie del
agua. En tres semanas, los renacuajos quedan libres y la metamorfosis
ocurre dos meses después.
La Chagunona
Chaos o llaos, chagunonas o chagüezos, lo mismo da. El caso es que, hasta hace poco, nos entendíamos muy bien en toda la comarca. Pero, últimamente, la confusión es tremenda. Hay abundancia de concejales de cultura. Hay diputados de cultura y consejeros de cultura y otros tantos de patrimonio y otros tantos de turismo y montones de Empresas y ONG y Gabinetes de Creación y Diseño. Todos ellos dicen preocuparse muchísimo en la Promoción o Dinamización o Desarrollo Rural. Y se atropellan editando folletos dípticos, trípticos y polípticos surtidos, mapas de rutas, elementos de señalización vertical, horizontal y oblicua -a veces incluso sesgada-, paneles didácticos, centros de interpretación y qué sé yo.
Total, que con la toponimia están armando la de Dios es Cristo. Al Llao de Montrondo le llaman ahora El Pozo Hollado. Al Laguillín de Salce le llaman El Aguilín y El Aguedín ... así sucesivamente.Por este camino, como dice mi madre: no sé qué va a ser.
2 comentarios:
Los tsacianiegos que ya peinamos canas, más que nada porque andamos por encima de la cincuentena, somos hijos de los calechos y filandones de antaño. Cuando a veces, en aquellos eternos inviernos de nieves, también eternas, faltaba la luz horas y horas, y teníamos que atsumanos con el candil, mientras los nuesus buelos nos contaban historias de tsobus, de pantasmas, de ánimas… Sería posiblemente en casa de mis abuelos, donde pasé la mayor parte de mi patria (infancia), en alguno de esos largos filandones, donde rodeado de viejos cargados de sabiduría, oí contar la historia de la Chagunona. La Chagunona que hoy tan idílicamente nos retrata Julio, es y siempre fue, un brazo de mar, que cuando se caía dentro de ella alguna res, se la tragaba y nunca más se volvía a saber de ella…
Hoy Julio, nos habla de otras vidas que hay dentro de ella, pero nosotros, los bardines, sabemos que la Chagunona es un brazo de mar, y si echamos un trago de su agua comprobaremos que es agua salada… ¿O no…?
Completamente de acuerdo, Walcher. Estamos en la edad de intentar, como Ulises, el regreso a la patria perdida porque, tristemente, ya pudimos comprobar que no hay otra. El agua de La Chagunona es salada. El agua de los filandones era salada. Laura Giordani tiene un poema muy guapo: ¿En qué lugar nos alzamos a implorar la sal? La sal para surcar la senda oblicua de la noche y no perderse ...
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