1. Prologuillo
Hace pocos años, un modesto empresario decidió explotar la cantera de mármol en la cota 1.300 de Cuevas del Sil y, sin esperar el resultado de la burocracia previa, preparó una pista estupenda por la que podría desplazarse un camión desde el barrio de La Iglesia hasta allá arriba.
El permiso de explotación fue denegado aduciendo razones de protección medioambiental. Estos valles de Ribasdesil y de Laciana son zonas oseras por excelencia y, en Cuevas, la cabecera del Fuexu es un templo de la diversidad biológica.
La cantera apenas iba a ocupar una hectárea y en ella no se utilizarían explosivos tóxicos ni se verterían toneladas de aceites degradados ni se talaría un solo árbol ni se interrumpirían las corrientes ni se contaminarían aguas superficiales o subterráneas. Pero el proyecto fue abortado de cuajo. Se conoce que los atentados contra el medio ambiente perpetrados río arriba -hoy motivo de escándalo para la misma Comisión Europea que los subvencionó e hizo como que no lo sabía-, aconsejaron a los barandas hacer un alarde de rigor y de firmeza, echar unas migajas de satisfacción a los ecologistas y dar una lección ejemplar -¡huy, qué miedo!- a quienes siguen destrozando la naturaleza a la brava porque la tierra no pertenece a nadie salvo al viento. (Y al viento, que para eso es viento, se la sopla).
O sea que, al modesto empresario que quería sacar el mármol de Cuevas, le tocó ser chivo expiatorio.
La ley ampara a los poderosos.
Así que ahí quedó la flamante pista para servicio de brañeros, naturalistas, vacas, biólogos, montañeros, cazadores y hacedores de blogs.
2. Las cuevas
Dos kilómetros por encima del barrio de La Iglesia, al doblar la última curva después de un zigzag tremendo, se da vista a la cantera de la cota 1.300. Y peñas arriba, a la derecha, junto al bosque de robles que corona el monte, se distingue una peña de forma triangular y muy lisa.
Es la Peña del Rayo. La llamaron así porque había que buscar una explicación a su lisura. (Lisura en el doble sentido de planitud y gracia). Según la mitología local, es tan tersa y pulida porque un rayo la partió.
En la foto, por la cara oeste, se aprecian unas áreas oscuras. Ahí mismo está la entrada a la Sima del Rayo.
Más abajo, por las estribaciones de La Peñona, hay varias cuevas más.
Subir desde la pista hasta la Peña del Rayo es fácil, pero antes hay que atravesar la cantera. Un paisaje interesante. Hay restos de alguna estructura de hormigón, muy poca cosa. Valle abajo se aprecia todavía la caja del camino antiguo, cavada en peña viva.
A la vera de la nueva pista hay una perforadora abandonada. Podría ser desmontada por completo, motor incluido, para limpiarla bien, cambiar las juntas de los servos, reponer unas cuantas válvulas, unos manómetros, sustituir todos los manguitos, engrasarla y ... a barrenar. Barata, barata, aunque algo excesiva para plantar cebollas.
Et voilá! Esta es la Peña El Rayo.
La entrada a la sima está por el otro lado, mirando al oeste.
Desde el vestíbulo hay unas vistas estupendas. Abajo, a la izquierda de la imagen, apenas se aprecia el barrio de La Iglesia, donde arranca el camino. Algo más lejos, valle adelante, los verdes prados ribereños de Palacios del Sil. Y mucho más allá, el cielo ceniciento como una boina sobre Ponferrada.
Vámonos para dentro pero, antes, una historieta.
Cuentan que, en uno de los pueblos más guapos de Babia, un forastero de paso encontró a un viejecito llorando. Era un llanto sonoro y sin consuelo y el viajero, conmovido, le preguntó:
- ¿Por qué llora de ese modo, buen hombre?
- Lloro porque perdióseme una cabra y, cuando mi padre se entere, va a armarla picuda.
Esto, con algunas variantes, se suele contar a los visitantes que preguntan porqué el pueblo se llama La Vega de Los Viejos.
Me acuerdo de este chascarrillo al verme a las puertas de la Cueva del Rayo. Vengo solo. No traigo conmigo ni linterna ni un mal mechero. Sólo cuento con la luciérnaga del teléfono móvil y los destellos del flash. Y pienso: como se entere mi padre -a punto de cumplir 91 años- va a armarla picuda.
Avanzando unos metros por la cueva adelante, enseguida se comprueba que aquí, además de las cabras que acolchan el suelo con infinidad de pelotitas fertilizantes, entran criaturas menos melindrosas. Lo digo por la cantidad de estalactitas rotas que necesitaron miles de años para alcanzar su tamaño actual.
Ya la batería de la cámara empieza a fatigarse con tanto destello mientras, cueva adentro, descubro anclajes y cuerdas. Palabras mayores. En este punto se despoma la sima, así que ... media vuelta y hasta mejor ocasión.
Deja uno atrás la Peña del Rayo y, cuando se aproxima a La Peñona, descubre la entrada a otras cuevas menores. ¿La del Veneiro? ¿La del Agua? No sé cuál es cuál pero creo haber entrado en todas.
Concluida la somera exploración, acuerdo llegar hasta la Braña del Campo.
Por no descender primero hasta el camino, que se ve tan abajo y tan pendiente, prefiero continuar por el monte, subir por arriba de la Peña del Rayo y atravesar el robledal.
Arriba, galán, arriba,
que arriba va la penosa
con la saya anaranjada
y la mantilla garbosa.
(Tradicional vaqueira).
Para quien se mete -sin que nadie lo llame- a través de un robledal antiguo y espeso y por una ladera muy pendiente, la combinación de las zarzas y de los grandes helechos del sotobosque suele resultar fatal. El mecanismo ordinario es como sigue: el caminante va atento a las zarzas que arañan y despreocupado de los helechos que acarician. Avanza apresurado. Pisa el tallo de un helecho con la bota izquierda y echa adelante el otro pie sin prever que el resistente vástago de la planta actuará a modo de lazo. Como es natural, el caminante cae de morros sobre las zarzas y suelta una serie de imprecaciones y maldiciones al tiempo que en el bosque se hace un silencio clamoroso.
Y aquí está la braña del Campo de Cuevas, la cresta del filón de mármol rosado
y un bosque que empieza a otoñar.
Capítulo anterior: Cuevas del Sil (I): Una semilla en un surco de mármol.
Capítulos siguientes: Cuevas del Sil (III): La cueva del agua y la eternidad.
4 comentarios:
nada se de espeleologia, jajaja!!! pero esa cueva parece muy interesante, ni sabia que existia...y mira que el pueblo se llama cuevas, te agradezco que la enseñes; puf julio!! empresas de marmol fracasadas, maquinas abandonadas....Cuando era pequeño se oia mucho a los mayores lo de buscar un futuro mejor, tiene guevos que los hoy maduritos seguimos con la cantinela...y no se nos cae la cara de verguenza de no haber sabido crear unas condiciones dignas de desarrollo en todos los sentidos para la naciente juventud.saludos
Sigo con entusiasmo esta serie de reportajes sobre Cuevas, pienso visitar todos sus rincones este otoño.
Comparto contigo esas maldiciones que muy de vez en cuando suelta uno por el monte a causa de caidas, pinchos, "ostias" en las rodillas, cara, brazos... Muchas veces me digo que si alguien me viera, huiría pensando que un loco anda por el monte suelto.
Pero a pesar de todo, seguimos queriendo nuestros montes...
Un saludo
E a máquina largada no meio do caminho contando uma história.
É delicioso vir aqui te ler... parece que estou caminhando junto contigo... e a saga continua na próxima postagem, verdade? Vamos lá então...
Um beijo imenso!
Tus reportajes "enganchan", compañero. Desde que he dado con tu magnífico blog, leo cada una de las palabras que escribes en ellos. No he visto muchos (por falta de tiempo); intentaré ir poco a poco, empapándome de tus conocimientos. Gracias.
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