Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


domingo, 1 de septiembre de 2013

Omaña / Las Tres Mártires de Montrondo





Charpentier: Te Deum, H. 146


En publicaciones especializadas -obras de Máximo Gómez Rascón o David Gustavo López- y en periódicos o revistas de viajes se ha escrito sobre el tesoro artístico que guardan las iglesias de Omaña. Se suele destacar en el arte popular omañés su cualidad de ingenuo, candoroso, estimable en su emotiva simplicidad, gracioso y a veces políticamente incorrecto, que esto último es lo que a un servidor más le gusta. Echemos un vistazo a los retablos de Montrondo. 



El retablo mayor, que yzose y dorose en el año de 1772 siendo cura de este lugar don Francisco Sabugo, está hecho a la medida de una bóveda que parece muy antigua, aunque su edad con certeza no se sabe. 


Hay relieves llamativos en el banco y en el ático. Uno, a la izquierda del sagrario, representa la virtud de la Caridad. En cierta ocasión se me antojó asimilar estos pechos a la doble cumbre del monte Tambarón y al nacimiento del río Omaña y sus vecinos. Parece que la ocurrencia tuvo éxito.






La talla de Santa Marina merece el lugar tan prominente que ocupa, no solo por su donaire -el imaginero quizá conoció la obra de Gaspar Becerra en Astorga- sino también por lo efectiva que resulta como abogada de partos múltiples, algo fuera de toda duda ya que en Montrondo se dan mejor los hermanos gemelos que las patatas, que ya es decir.



Del demonio que tiene a sus pies Santa Marina 
o del que pisa el arcángel Miguel trataremos más abajo.




En un retablo lateral hay otra mártir, Santa Águeda, la de los pechos mutilados. La tradición dice que fue acosada por el senador Quintiano y, como no cedió, el salaz baranda ordenó torturarla y amputarle los senos. Murió en Catania hacia el 250 dC y hoy es patrona de las enfermeras y valedora de las mujeres mastectomizadas. 




Los avances en la detección y curación del cáncer de mama dejan a Santa Águeda en muy buen lugar. No sé si será posible hacer las mismas loas a la tercera mártir, Santa Apolonia, hija de magistrado y mujer de gran formación intelectual, que murió abrasada en Alejandría, en el siglo III, después de que sus verdugos le arrancaran la dentadura con unas tenazas, pieza a pieza y sin anestesia. Desde entonces se tiene por abogada contra el dolor de muelas y, en época más reciente, los odontólogos la eligieron su patrona.

No muy lejos de Montrondo hay un lugar al que también acuden los que sufren de la boca. Me refiero a la ermita de la Virgen de La Casa, entre el Valle Gordo y Tremor y, para más exactitud, a la pequeña roca que llaman Peñafurada. Es fama que arrancando una piedrecita del agujero donde dicen que la Virgen se apareció y llevándola en la boca a modo de caramelo, el dolor se alivia.
En cuanto a la efectividad de estas terapias silvestres yo no digo ni que sí ni que no. Solo me limito a observar y compruebo, por ejemplo, que mi amiga Salomé, feligresa de Montrondo, cuando tiene problemas acude al dentista en Villablino y paga sus buenos dineros. Santa Apolonia debería esmerarse más.




Arriba, Santa Apolonia con cuatro de sus muelas en un platito.
Abajo, el buen arte cosmético en el rostro de la santa.






A veces escucho comentarios desdeñosos acerca del interés que alguien puede tener por visitar iglesias, observar retablos cuajados de imágenes e incluso reliquias, cosa de tiempos de oscurantismo, de bribones, farsantes y embaucadoresCualquiera diría que hoy abunda mucho mejor juicio y mayor honestidad.
Buceando en el proceloso océano de internet es posible encontrar centenares de webs que tratan sobre reliquias de bienaventurados diversos. En cuanto a Santa Apolonia, todas dicen que los humanos tenemos treinta y dos piezas dentales excepto la mártir de Alejandría que, a tenor de los últimos censos, debió de tener cerca de mil. Al parecer, sólo en Francia ya han inventariado quinientas muelas procedentes de su boca virtuosa y formidable.



El desprecio por la mitología cristiana tardorromana y medieval se basa en la invención de hagiografías, falsificación y mercadeo de reliquias y en el muy divertido -que lo es- inventario de objetos a cual más disparatado que por ahí se veneran. Entre las fascinantes reliquias que todos citan -copy and paste- está el sexo de Santa Gudula, dos penes de San Bartolomé, un estornudo del Espíritu Santo -el divino aliento permanece encerrado en un botellín-, los pechos de Santa Águeda, un cuernecillo fosforescente de los que le salieron a Moisés cuando recibió las Tablas de la Ley, el cráneo de Juan Bautista cuando era bebé -debe de haber otro de cuando era mayor y Herodes Antipas mandó que lo degollaran-, varias plumas de un ala San Miguel Arcángel, una docena de prepucios del circuncidado Niño Jesús, un chorrito de leche de la Santísima Virgen, treinta y tantos clavos y varias toneladas de madera de la Cruz de Cristo y decenas de millares más de recuerdos prodigiosos.



Muchas veces la Iglesia quiso meter mano en este asunto que tanto la desprestigia pero nunca le echó el valor necesario. En España, por ejemplo, en el siglo XVI, su católica majestad don Felipe II encargó a Ambrosio de Morales un viaje por todos los monasterios, catedrales e iglesias de los Reinos de León y Galicia para reconocer panteones reales, libros y reliquias y catalogar todo lo que fuera sospechoso de falsificación. En el monasterio de Carracedo, por citar uno cercano a nosotros, Morales encontró el peine con el que María Magdalena atusaba su espectacular cabellera mil quinientos años atrás. Don Ambrosio difícilmente habrá podido contener la risa pero en su Viage Santo se refiere al hallazgo con mucha discreción. 



Lo que tantos amigos del copy and paste quizá no saben es que la mayor parte de tan chusco material no existe o hace siglos que fue retirado de la circulación. 
La mayoría de datos acerca de reliquias disparatadas proviene del censo que hizo monsieur Jacques Auguste Simon Collin de Plancy (1793–1887). Este personaje, investigador, escritor e impresor, montó un negocio editorial en París y en 1830, cuando la Revolución de Julio, se largó a vivir a Bruselas. Pero uno años antes, cuando era joven, librepensador y volteriano, había publicado un Dictionnaire critique des reliques et des images miraculeuses
Et voilá lo que Plancy afirmaba a propósito de Santa Apolonia:

Apolline ou Apollonie, vierge et martyre au troisième siècle. Elle guérit le mal de dents parce que les persécuteurs lui ont brisé les màchoires. On prétend que son corps fut réduit en cendres. Cependant on montre de ses reliques dans douze églises de Rome, à Paris, à Naples, à Madrid, dans toutes les villes oú son nom est connu. A la fin du dernier siècle, le pape Pie VI, entendant parler du grand nombre de guérisons qu´opéraient les dents de sainte Apollonie, fit recuellir toutes celles qu´on put connaître, en Italie seulement. Il s´en trouva plein un petit coffre que tenait trois litres. Le saint père fit jeter le tout dans le Tibre; mais on saura les retrouver. D´ailleurs il est constant que l´on pourrait encore remasser en France plus de cinq cents dents de sainte Apolline.





Como se ve, a monsieur de Plancy se debe el copy and paste del que se nutren innumerables webs. Plancy admite que Pío VI, habiendo tenido noticia del gran número de curaciones que obraban los dientes de Santa Apolonia, mandó recoger todos los que había desperdigados por Italia y, al encontrarse con un cofre de tres litros lleno a rebosar, ordenó tirarlo al río Tíber.  Además -añade en el último párrafo- consta que aún se podrían recoger en Francia más de quinientos dientes. Colosal tuvo que ser la boca de Santa Apolonia para albergar 500 muelas. Seguramente tan grande como las tragaderas que tantos tenemos hoy día. Me refiero a la política, claro.  

Siete años después de largarse a Bruselas, Monsieur de Plancy regresó a París habiendo recuperado súbitamente la verdadera fé: la católica, naturellement. Volvió con tal fervor religioso, un fervor de mil demonios, que en adelante completó una extensa obra literaria: Leyendas sobre la Santísima Virgen, sobre Los Sacramentos, sobre Las Cruzadas, sobre El Antiguo Testamento, sobre El Otro Mundo, sobre Los Pecados Capitales y muchísimo más.
Antes, en su época piadosa, ya había elaborado un Diccionario Infernal con impactantes imágenes. Ésta de abajo, Astaroth, Príncipe de los Infiernos, es una de ellas.


File:Astaroth.jpg

Echando un vistazo a todos los dibujos del libro de Plancy, me quedo con los dos demonios de Montrondo y especialmente con el que está a los pies de Santa Marina. 



Iglesia parroquial de Montrondo que, no sé por qué razón, 
está dedicada a Santa Marta y no a Santa Marina. 


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