Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cuevas del Sil (I): «Una semilla en un surco de mármol»







L. Boccherini:
Fandango del Quinteto en Re Mayor G 448
(Ya que esta entrada trata del Palacio de Oriente....)

  

En Cuevas, a finales del verano, basta un puente muy sencillo para vadear el Sil. Pero, junto al barrio de La Puerta, el río va preso entre poderosas escolleras y hay motivos de sobra para haberle calzado semejante camisa de fuerza. 

  
 
Desde que nace junto a la Peña Orniz hasta que llega a Cuevas, apenas escarba treinta kilómetros de cauce pero pierde mil metros de cota, nada menos. Como la cuenca es grande,  el caudal puede crecer mucho en pocas horas y desarrollar una potencia bárbara.
Desde los años 60, la presa de Las Rozas sirve para amansar el ímpetu de las avenidas, aunque la seguridad nunca está garantizada. Si un deshielo repentino pilla el embalse rebosando, no hay gran cosa que hacer.
Antes de que pusieran la brida de Las Rozas, una de las embestidas se llevó por delante el poderoso puente de piedra que estaba asentado sobre el mejor de los firmes y provisto de buenos tajamares. Desde entonces quedó mutilado y da lástima verlo con la ortopedia horrible que le pusieron. 


El destrozo ocurrió a mediados del siglo pasado. La crecida feroz arrancó un árbol y lo arrastró hasta trabarlo entre los tajamares. Otros troncos y ramajes tupieron los ojos y, en un instante, la riada saltó por encima y tumbó los pretiles. Cuando esto ocurre, casi no hay puente que lo resista. 
  

El puente está asentado sobre un filón de mármol. Justamente aquí, en épocas geológicas, el Sil arrasó con paciencia el potente murallón que, entre las cabeceras del asturiano río Ibias y el leonés valle del Sil, de noroeste a sudeste, se ve aflorar por Entrecastiechos, La Chanetona de Cerredo, el Camposagrado de Tejedo y la Braña del Campo. Las piezas de veta rosada y blanca reconocibles en los maltrechos pilares proceden del mismo filón en que se apoyan.

  
  
  

En las paredes de corrales y fincas, mezclados con materiales de diverso tipo, abundan los retales de mármol atropados alrededor de las canteras, entre los deshechos de La Fábrica o, en algún caso, recogidos después de que rodaran monte abajo.  



  
  
Las fotografías anteriores no dan idea cabal del segundo peligro, el de las peñas inestables; pero sí lo hacen las siguientes imágenes. El montañero curioso no tiene más que agarrarse al tapín, al poco tapín que hay, y trepar por encima de la fuente de La Lechería (**) para ver lo que sucede por allá arriba. 

  
  
  
 
    
  
Desde las peñas se domina un gran panorama al otro lado del río. Estas semanas, cercano ya el otoño, son tiempo venturoso de cosecha. Durante muchos siglos, la gente de Cuevas vivió de esas tierras, de los montes, las brañas y también de las canteras. 

  
  
La cantera más próxima al pueblo es El Caleiro, junto al camino del cementerio. Las otras quedan algo más lejos y mucho más altas. La segunda está a 1.300 metros de cota y la tercera a  1.500, en la misma Braña del Campo. Una pista reciente facilita el acceso hasta allá arriba.
Los filones fueron trabajados desde la antigüedad, de forma intermitente. Aún quedan por el área restos de maquinaria y construcciones de no hace mucho tiempo. 

  

  
El Catálogo Monumental de España, cuya información correspondiente a la provincia de León recopiló el ilustre Manuel Gómez-Moreno entre 1906 y 1908, dedica un espacio amplio a la bellísima iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba, construida en las cabeceras del río Oza, en El Bierzo, durante la primera mitad del siglo X. El arqueólogo considera que la decoración más rica de aquel templo es el conjunto de nueve columnas sobre las que se apean los principales arcos. Dice que los fustes están hechos con material veteado de gris, procedente de una cantera vecina, pero destaca la calidad de las basas, capiteles y cimacios labrados en un mármol diferente, más blanco y limpio. En cuanto a al posible origen de este último, afirma que puede señalarse con grandes visos de acierto el de Camposagrado, en el valle de Tejedo, al norte de Palacios del Sil, entre El Bierzo y Laciana, casi desconocido....

  
Iglesia de Santiago de Peñalba (s. X) en El Bierzo.
¿Fueron estos capiteles labrados con mármol procedente de Cuevas o Tejedo del Sil?
A Gómez-Moreno le pareció verosímil.

Bastante más segura es la posibilidad de que la piedra de estos filones haya sido utilizada en las obras del Palacio Real de Madrid. Un informe técnico encargado en el XVIII por Joaquín Queipo de Llano, V Conde de Toreno, afirma que el mármol aprobado por S.M. para las obras de su Real Palacio es de gran calidad y abundancia. El político ilustrado trató de promover la construcción de un camino desde estos yacimientos hacia Omaña, para enlazar con las vías leonesas que se dirigían por Carrizo a La Barca de Valencia de Don Juan. La inversión requerida era de 126.200 reales para tres leguas por la parte asturiana y 334.000 reales para diez y media leguas por la leonesa.
El Conde de Floridablanca, Ministro de Estado, conocedor de todo ello y de la petición de  sesenta y seis piezas de mármol hecha por el arquitecto Francesco Sabatini, ordenó examinar el terreno y comprobar si el coste de las infraestructuras correspondería a la utilidad que se pretendía obtener de ellas, tanto para el adorno del Palacio y otras obras reales como al beneficio que podría resultar a los naturales del país del trabajo de las canteras para excusar en parte su emigración. Con todo, aún siendo calificado el mármol de superior calidad y abundancia, el proyecto no cuajó.
En opinión de Emilio Marcos Vallaure, aún pareciendo evidente que las piezas encargadas por Sabatini arribaron a su destino, no es seguro que se llegaran a utilizar. Sin embargo otros autores, como José María Soler, están convencidos de ello y se refieren al mármol blanco del Sil del cual están construidas las escaleras del Palacio Real de Madrid.

  
Por el tiempo en que fue edificada la iglesia de Santiago de Peñalba, los pobladores de Cuevas del Sil vivían medio escondidos en el vallejo excavado por el torrente del Fuexu. (Foto superior). Hoy a este caserío, de donde arranca el camino que sube a las canteras y a las brañas, le llaman el Barrio de La Iglesia.

  
  
El viejo templo resiste pero está abandonado, cerrado con alambre, cal y canto y escoltado por otras ruinas.
  
  
  
  
En 1918 la revolución industrial llegó sobre raíles, de repente, para desconcierto de la gente del país. Razones estratégicas y económicas urgieron la construcción de 60 kilómetros de vías, muros de contención, túneles y puentes en tan solo nueve meses, a través peñas y desfiladeros, con miles de obreros trabajando en condiciones extremas, enfrentados a las riadas, a un invierno especialmente duro y una de las mayores y más letales pandemias que se recuerdan. Al quedar enlazada la cuenca carbonera con la red nacional de ferrocarriles en Ponferrada, la explotación del yacimiento a gran escala fue posible, algunas poblaciones crecieron velozmente y hubo pleno empleo y notable actividad durante siete décadas. 

  
En los años 80, con la clausura del transporte de viajeros y mercancías, empezó el camino a la ruina para la línea de ferrocarril y para todo lo que prometió en su día: industria, empleo, riqueza y progreso.  


 
Desde el ventanal de la estación se ve el raído espinazo del filón de mármol. El sol y el hielo, las crisis tan extremas, fatigan el terreno. Pero la vida se quiere eternizar a toda costa. Y así el tejo se amarra a lo más inverosímil y busca el sustento penetrando en las fisuras y triturando la roca que, más pronto que tarde, acabará con él mismo. 


 
   
 

  
   
Notas:

(*)    El verso del título es de Rubén Martínez Villena, poeta (1899-1934).
(**)  La fuente de La Lechería mantiene un caudal muy abundante todo el año. En su tiempo movió un molino de cereal y sirvió a una fábrica de mantequilla cuyas ruinas aún pueden verse en la curva más peligrosa de toda la carretera entre Ponferrada y Villablino. El manantial, de agua siempre gélida y con una leyenda tan hermosa como disparatada, fue espectacular hasta que, hace unos años, lo destrozaron. El líquido sigue fluyendo pero el manadero en la peña ya no es visible.

Ver:
Queipo de Llano, Joaquín: Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783 por su promotor y socio de mérito en Conde de Toreno. Edición facsímil de 1978, Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana. 
Soler, José María: Reseña geológico minera de la Provincia de León. Diputación de León, 1883. Reedición facsímil de 1982. Nebrija, León.

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