Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


miércoles, 5 de junio de 2013

Los Castros de Laciana.



Villablino desde La Muela, 13 de octubre de 2013

Desde que fue publicado este reportaje en el pasado mes de junio, la prospección en los castros de La Muela y La Zamora ha avanzado mucho y continúa mientras la nieve no decida lo contrario y hasta que el exiguo presupuesto lo permita.
El gran bocado de los recursos previstos se lo lleva la reforma de la vieja escuela de Rioscuro que albergará el Centro de Interpretación de los Castros. Y lo poco que queda es para hacer lo que de verdad importa: sacar a la luz los poblados y descifrar -que eso sí es interpretar: analizar, deducir, entender- los muchos secretos guardados bajo más de dos mil años de olvido. 
En fin, vivimos tiempos lamentables donde el dinero se tira en aeropuertos sin aviones, autopistas sin vehículos, trenes sin viajeros, universidades sin Maestros, polideportivos sin vecinos, auditorios para sordos y, al paso que vamos, hará falta un Centro de Interpretación de los Centros de Interpretación en cada pueblo.



Prospección y excavación en el Castro de La Muela (Villablino-Rioscuro)
Imagen tomada el 14 de junio de 2013.



George Thalben-Ball: Elegía
Alison Balsom (fiscorno) y Quentin Thomas (órgano)



Esta foto fue tomada en 1963. La bolsa que mi madre tiene a sus pies indica que vamos a merendar al Castro de La Muela que está allá, entre el robledal. Por las sombras deduzco que son las seis de la tarde y que estamos en la segunda quincena de julio. Y la botella -la recuerdo perfectamente- es la que usábamos para almacenar los arándanos. En esos días solía estar en sazón la cosecha por la vallina de Las Galianas.

Junio de 2013


Cincuenta y tantos años después, de buena mañana, subo al castro escuchando el concierto de un picapinos que suena como el martillo de un barrenista. No puedo dar con el pájaro en este monte antes tan limpio y ahora convertido en una selva.




Víctor Bejega, arqueólogo.



Al ver lo que está saliendo a la luz en La Muela lamento que, por apenas año y medio, mi padre no hubiera podido conocerlo. Hace ya unos cuantos años, con motivo de una excavación en el castro de la Zamora, se ofreció para ayudar porque estaba habituado a tirar de pico y pala. Le interesaba mucho el asunto de los castros y hoy habría disfrutado al ver a Rubén Rubio, nieto de Jamín El Berciano, en su función de Arqueólogo Director. Habría gozado preguntándole yo qué sé cuántas cosas y se habría asombrado del esmero con que estos expertos tratan el yacimiento. Basta observar el suelo firme al pie de la muralla, barrido y cepillado como la nave de una iglesia.


  


Rubén Rubio, arqueólogo director de la obra.

Algunos visitantes nos preguntan si hemos encontrado ya los bolos de oro.
Una tradición muy antigua dice que en alguno de estos castros hay ocultos
unos bolos de oro. De momento, los que aparecen son de piedra.

 

Oro no aparece, pero bolos ... los que quieras -dice uno de los mozos 
que trasladan las piedras con toda delicadeza.


El equipo en un momento de descanso.

 



A mediados del pasado siglo nosotros, los guajes de entonces, conocimos una parte de estos muros antes de que desaparecieran bajo maleza. En domingos y fiestas de guardar, muchas familias del barrio minero de Colominas competían por llegar las primeras al castro para coger buena sombra donde extender el mantel de cuadros. El área permanecía más o menos despejada. Cada día pasaba por delante de mi casa un gran rebaño de ovejas y cabras que pastoreaba Mundo, el de la Corradina. Las traía a pastar por estos andurriales. Más tarde, la ausencia de ganado favoreció que espinos, zarzas y arbustos diversos se apoderasen de todo.


Encastrados en la muralla recién descubirta, los tocones de árboles viejos, algunos con más de trescientos años, no pueden ser desarraigados sin causar destrozos.



Como cualquier estudioso, los arqueólogos saben bien lo que buscan. Escrutan el terreno y sus formas, van tentando el suelo con delicadeza de cirujanos y casi siempre descubren lo que esperaban encontrar, aunque a veces les sorprenden hallazgos que ponen en cuestión la edad verdadera de algunas partes del yacimiento y su autoría. Algo de esto les escuché decir respecto al Castro de La Muela pero habrá que esperar al último informe para conocer más.


Por la parte donde debió de estar el acceso al recinto amurallado aparecen construcciones cuya forma y cronología plantean un enigma que los expertos pronto resolverán. Tienen que continuar excavando.


De vez en cuando hay un hallazgo que, por nimio que parezca, origina un pequeño revuelo.  Por ahora la excavación se centra en la muralla. En el interior hubo sondeos hace bastantes años, alguno con criterio riguroso y otros al tuntún o con propósito más bien expoliador. A pesar de ello, cuando el actual proyecto se ocupe del interior del poblado -a comienzos del otoño-, habrá sorpresas. 

_______________________________________________

Octubre de 2013




Ayer celebró Villablino La Feriona y hoy, domingo, hemos amanecido metidos en el otoño y con un plan interesante. El equipo de Alacet Arqueólogos, responsable del proyecto, está haciendo una gran labor paralela al trabajo de prospección. Hace días que anunció en todos los pueblos del valle una Jornada de Divulgación para esta mañana de domingo.


Entre las once y las catorce horas, los arqueólogos estuvieron atendiendo a los muchos vecinos interesados en saber qué está ocurriendo en los tesos de La Muela y La Zamora.


La primera tanda, más de treinta, llegó a la primera clase. La concurrencia fue creciendo en las siguientes horas y, lo que es mejor, con abundancia de niños.  



En visitas anteriores ya habíamos podido conocer detalles relativos, sobre todo, a la muralla. Entre ellos la evidencia de una técnica de construcción previa a la época romana. De la parte hasta ahora descubierta, hay un sector edificado a base de módulos. Rubén Rubio señala el contacto entre dos de ellos. Esta disposición, que también pudiera tener interés estético, es una medida de seguridad. Si una parte del muro se derrumbase, la ruina no arrastraría a los módulos adyacentes y la reparación sería más fácil.





En la muralla y en algunas dependencias anejas aparecieron vestigios de diverso tipo: trozos de cerámica y vidrio, un cencerro de bronce, pequeños útiles de piedra y metal, parte de una especie de estela grabada con dibujos que, de momento, intrigan a los investigadores y alguna otra cosa. Todo está debidamente inventariado y la espera de estudio más riguroso. En torno a las soleras de piedra utilizadas como hogar se recogieron muestras de arcillas, cenizas y carbón -restos de combustión incompleta de leña- para ser sometidos a pruebas -C14 entre ellas- que determinarán con exactitud contenidos y edades.

A mediados de agosto, el equipo pasó al yacimiento de La Zamora y en la segunda semana de octubre regresó a La Muela para acometer los trabajos dentro del poblado, en un área de 400 metros cuadrados o algo más.  




A pesar de los hallazgos -unos recogidos y otros expoliados- de hace unas cuantas décadas, lo poco explorado en estas últimas semanas sugiere que hay mucho por descubrir. Hasta hoy han salido a la luz hiladas superiores de un conjunto de construcciones. Hay habitáculos de planta rectangular junto a otros circulares que podrían ser viviendas muy antiguas o quizá realizaciones de época romana con objetivo no aclarado todavía. También hay a la vista algún albañal y, entre tantas paredes, un grueso manto de arcillas procedente de la propia obra y de sus dos mil años de ruina. La excavación y tamizado de todo este material, proceso muy lento y delicado, permitirá que afloren los muros hasta su base y que aparezcan pistas y objetos reveladores.  





Frente a La Muela, en el flanco norte del valle del Sil, el castro de la Zamora -que Rubén Rubio señala- hizo concebir a algunos especialistas en historia antigua la idea de que aquel podría haber sido el centro administrativo para la minería aurífera en estos valles durante los siglos I y II. Lo hallado hasta el momento no avala esta hipótesis aunque queda mucho por prospectar. El área de ocupación del castro es muy grande y en buena parte del terreno, de propiedad privada, no se han hecho más sondeos que los visuales. El tramo de muralla descubierto hasta ahora es de construcción más tosca que la de La Muela y no han aparecido todavía las rotundas evidencias de ocupación romana que cabía encontrar. 
Si los presupuestos de la JCyL destinan la partida necesaria para continuar con el proyecto en 2014, el resultado final puede ser muy interesante para la comarca en todos los sentidos.









____________________________________________________


1984 - 2013




Hoy, el entorno del castro de La Muela y del Sil a su paso por Villablino es irreconocible para quienes lo disfrutamos antes de los años 80. Entonces la Minero Siderúrgica de Ponferrada comenzó a explotar carbón a cielo abierto en el Puerto de Leitariegos, domeñó voluntades políticas y sindicales y consiguió poderosos aliados para acallar, a la fuerza, a quienes se opusieron a sus planes con argumentos de peso. Años después, como ocurre siempre en este país desnortado, los tribunales de justicia declararon que aquello había sido ilegal.
También por aquel tiempo la empresa se apropió de una enorme superficie de terreno en ambas márgenes del Sil, una de las áreas por las que la comunidad  de Villablino sentía más aprecio. La ribera derecha fue ocupada por un lavadero enorme de carbón mientras que los prados de la margen sur y el vallejo frondoso de Las Galianas -por donde corría el arroyo que en su tiempo abastecía de aguas potables a la villa- fueron condenados a desaparecer bajo millones de toneladas de escombros. La tala ilegal de robles alcanzó la proximidad del castro de La Muela y su perfil topográfico, factor determinante a la hora de emplazar un poblado en la época castreña, quedó deformado por el adosamiento de una montaña negra y por la interrupción de las vías de acceso. 
El patrimonio de los vecinos del barrio de Los Vallines y de las áreas adyacentes -del orden de 300 viviendas pertenecientes a familias mineras- sufrió un menoscabo irreversible por la degradación del paisaje, la contaminación de aire y aguas, el ruido y la suciedad.

Y todo ello para nada. Lo que ocurrió después -generalización de las explotaciones a cielo abierto, cierre de las minas subterráneas, eliminación del empleo, caza de subvenciones como máximo objetivo y quiebra final- es conocido de sobra.




Villablino -La Corradina y Colominas- desde las escombreras de La Muela.


Este puente colgante sostenía a mediados del XX la conducción de agua para la red de abastecimiento de Villablino. El agua de hoy, tóxica, baja a través de la colosal escombrera y termina en el Sil. 



El Reglamento del Dominio Público Hidráulico, capítulo II, artículo 6, dice que se entiende por riberas las fajas laterales de los cauces públicos situadas por encima del nivel de aguas bajas y por márgenes los terrenos que lindan con los cauces. Las márgenes -añade- están sujetas, en toda su extensión longitudinal, a una zona de servidumbre de cinco metros de anchura para uso público que se regula en este Reglamento y a una zona de policía de cien metros de anchura en la que se condicionará el uso del suelo y las actividades que se desarrollen.
La empresa MSP, alias Coto Minero Cantábrico, con las connivencias de siempre desde 1987 para acá, cortó los antiguos caminos y destrozó los prados de la ribera excavando grandes balsas que no cumplen los requisitos elementales ni técnicos ni legales. Denunciado el hecho por particulares, el Ministerio de Medio Ambiente impuso a los autores una multa de 450 euros. Sí, señores míos, cuatrocientos cincuenta euros, el importe con que cualquiera de los que somos iguales ante la ley sería sancionado por aparcar su coche en lugar inadecuado. 

Cuando la Dirección Regional de Patrimonio fue informada de la tala masiva de robles y de formación de una escombrera adosada al promontorio del castro de La Muela, la empresa recibió orden de retirar la montaña negra y devolver al yacimiento su perfil original. Como siempre, empresa y ayuntamiento hicieron caso omiso.

Nadie es responsable. La actual prospección de los castros no corre a cargo de la empresa que debería verse obligada a tomar medidas compensatorias por el tremendo daño causado.
Tampoco corre a cargo de la mafia. Todo se paga con los Fondos Miner. Todo lo pagan los que son iguales ante la ley.



Escombrera adosada al promontorio del Castro de La Muela.





Fetivamente -como diría uno de los amigos de Ful en Getino- la empresa y los últimos gobiernos municipales no se hacen responsables del desastre generalizado que afecta al patrimonio natural e histórico del Valle de Laciana.


 _______________________________


No hay comentarios: