El retablo de Villabandín,
en el Valle Chico de Omaña.
J.S. Bach
Oratorio de Navidad BWV248
Algunos templos de Omaña guardan imágenes medievales que tienen un valor excepcional no solo por razón de antigüedad sino por sus cualidades estéticas y expresivas. Todas se deben a lo que calificamos como arte popular. Santa Ana de Trascastro, La Encarnación de La Seita -en Rodicol-, las Vírgenes de Salce o de El Villar de Omaña y alguna talla más siguen hoy en sus iglesias mientras que a otras, como el muy peculiar Cristo de Torrecillo, las guarda y exhibe el Museo Catedralicio y Diocesano. Son piezas de imaginería aislada que, andando el tiempo, pasaron a ocupar lugar prominente en los retablos, aunque no todas o no siempre.
A finales del XVI, durante el tiempo que se conoce como tardo-renacentista, se impuso en parte de Europa una escultura religiosa al servicio de la Contrarreforma, es decir, frente a la Reforma Protestante promovida por Lutero y que tanto desgastaba al catolicismo. El Concilio de Trento (1545-1563) se ocupó, entre otros asuntos, de la instrucción en la doctrina, lo que dio lugar a una oleada artística en favor del aprendizaje por observación. Se trataba de favorecer expresiones pictóricas y escultóricas capaces de mantener la atención de los feligreses y ayudar al predicador en la enseñanza de los libros canónicos -Antiguo y Nuevo Testamento- y del santoral católico. Así nacieron infinidad de retablos que, en cierto modo, podrían equipararse a los actuales cómics.
Los retablos albergan una serie de imágenes distribuidas en planos horizontales -banco, cuerpos y ático- y verticales. En la calle central y sobre el banco siempre debe estar el sagrario, sobre el que se coloca la representación del santo titular de la iglesia. El sagrario original de Villabandín no es el que ahora puede verse pero, sobre la hornacina vacía, sí que está San Miguel Arcángel, quien da nombre al templo y es la única talla aislada o de bulto redondo que hay en el conjunto.
Un San Miguel Arcángel de notables orejas, vestido a la manera militar romana,
alancea en plena cuenca ocular a un diablo rojo de fuego y furia.
Durante el Renacimiento fue habitual situar en el ático una talla de la Crucifixión. Más tarde, con la eclosión del barroco, el ático pasó a estar ocupado por una representación del Padre Eterno, un Maiestas Domini como éste de Villabandín.
La huida a Egipto, que ocupa la primera casa en el cuerpo inferior del retablo, es una de las tallas más celebradas. Suelen llamar la atención la vestimenta del Neno -envoltorio usual hasta no hace tanto tiempo aunque quizá es más colorido éste de Villabandín- y el elegante atavío de San José.
El Cristo Resucitado.
Las columnas salomónicas propias del barroco, retorcidas y adornadas con sarmientos cargados de racimos, parece que fueron incorporadas al retablo renacentista en una pronta modernización.
San José y el Neno.
San Joaquín y la Virgen nena.
Modelo iconográfico ideado en el siglo XV que representa a Santa Ana
llevando en brazos a su hija, la Virgen María, quien a su vez sostiene al Neno Jesús.
El parecido entre madre e hija es innegable.
La Coronación de la Virgen.
La Anunciación.
La Visitación.
Saludo entre la Virgen y Santa Isabel, bellamente ataviadas
y muy parecidas también. Por algo eran primas.
La Adoración de los pastores.
Esta serie de imágenes del banco es muy atractiva y a menudo los omañeses
fotografían alguna viñeta para felicitar con ella la Navidad.
Presentación del Neno en el templo.
Adoración de los Reyes Magos.
Bautismo de Jesús en el Jordán.
Aunque es pieza aparte, este Ramo de Villabandín se cuenta
entre los más guapos de Omaña.
Escudo en la Casa del Concejo de Villabandín.
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Para Josepín Hidalgo, que me llevó a descubrir muchos
tesoros ocultos en Omaña, y para los amigos del I.E.O.
Y, por supuesto, para Miguel y familia y para Mercedes, de Villabandín.