Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


viernes, 6 de julio de 2012

Salce (I), donde todos los santos ayudaban




... donde todos los santos ayudaban cuando las cosas rodaban cuesta abajo. 
Porque hubo un tiempo en que Salce era rico y tenía el amparo de muchos, de todos los santos. Hoy, como ocurre en Omaña entera, las cosas van cuesta arriba
y hasta los santos y los ángeles necesitan alguna subvención pública.




Alrededor de esta Virgen del Carmen con la corona extrañamente ladeada, los ángeles músicos no parece que estén para celebraciones. Uno ya se ve caído en la peana, a la izquierda, tumbado a la bartola, parece que sin instrumento. No corren buenos tiempos. Pero de esto ya trataremos en el siguiente capítulo.


A. Vivaldi: La Follia, Op. 1 n. 12
Sonata para dos violines y bajo continuo en D menor (RV 63) 





El caso es que anteayer volvimos a Salce para subir a los Puertos Pirenaicos.
La cita, en El Castillo, fue temprano, cuando las cigüeñas recién desperezadas pasaban la revista diaria a la fortaleza de Benal, a estos muros que quisieron preservar la leyenda de la Omaña insumergible pero no resistieron el ariete del abandono.







En Salce pelea por resistir, por mantenerse en pie, 
el más bello campanario de Omaña. 




En Salze, el lugar que sucedió a los castros de El Cuerno y la Corona, un tal Flagino vendió al presbítero Melic un monte y una tierra en el año 949. Buena compra, supongo, porque Salce ya era uno de los pueblos más ricos de Omaña y lo sería durante muchos siglos. Lo era a mediados del XVIII, a pesar del esquilmo perpetrado por el Conde de Luna. El dominio de Salce ocupaba de oriente a poniente cinco quartos de legua, del norte al mediodía tres y de circunferencia quatro leguas, poco más. Los vecinos lo describían como término peñascoso y tierra quebrada, con labradores que recogen centeno y yerba y no otros productos. En las respuestas al cuestionario de Ensenada, empezaban afirmando que el común arrendaba parte del territorio para agostadero de ganados merinos, pero no podían concretar cual era el rendimiento de estos montes por lo escabroso y poco fructífero de la mayor parte de ellos y aclaraban que, para ejecutar el arriendo, providenciaban más o menos las cabezas de merinas que pudieran mantener durante los tres meses de cada verano, ajustaban una cantidad con el ganadero y, del beneficio resultante, calculaban lo que corresponde a prorrata de la cantidad en que se ajusta y paga el ganadero al común.






Término peñascoso, tierra quebrada.

 
Campolamoso.

El más importante de los caminos que suben a los montes de Salce es el que pasa
a la cuenca del Luna por el collado de Campolamoso, a cuatro kilómetros de
distancia desde el pueblo y a 1.550 m de altitud.
Campolamoso (de lama -ae) significa campo encharcado. Aquí mismo, el camino empieza a descender hacia el valle del Luna por términos de Abelgas, pero un ramal que vira al oeste continúa subiendo en busca del Puerto del Laguillín.



A primeros de julio, el camino florido y atildado por una banda violácea de gramíneas, de tacto tan sedoso que les llaman cosquillas, pronto alcanza las primeras majadas, los chozos, los corros y los mojones de piedras que construyen los pastores.







Es pronto y el rebaño aún no ha salido del aprisco.
Pero infinidad de otras criaturas ya hace rato que se afanan en lo suyo.








A media mañana las ovejas ya van pastando ladera arriba, hacia el circo del Laguillín.



Hoy no luce el sol y el aire fresco que viene de La Cañada se acuesta
para que la hierba del Laguillín le haga cosquillas.



Un corzo se alimenta de flores en la laguna.



El Laguillín es uno de los afamados puertos pirenaicos de Salce, los que se arriendan a ganados trashumantes. Los otros se llaman Formigones, Los Arcos y La Ferrera.



El Laguillín es el doble diminutivo de lago.
Laguín es lago pequeño y laguillín es más pequeño todavía.
(En algunos mapas empieza a aparecer escrito Aquilín o Aguillín.
Hay que corregir esos errores para que no se consoliden barbaridades como
la de El Llao de Montrondo, al que ahora llaman Pozo Hollado mada menos). 



Del Laguillín arriba, las sendas siguen trepando por el flanco sur del circo
para asormarse al Valle de Salce.


       

Desde lo alto, las montañas de Luna se ven erizadas como los pinchos del cardo.




La atmósfera caliginosa no me permite asegurarlo pero creo que el espinazo de calizas
visible a lo lejos está entre los valles de Luna, Arbas y La Tercia, al norte de Aralla. La primera cumbre quizá es La Milouta (1.838), a la que siguen la collada de Aronga y el conjunto de las Peñas del Prao -Segá, Negra, Barragana, Las Varas ... -,
todas por encima de los 1.800 m. 




Al coronar el circo del Laguillín por el flanco sur, aparece la peña de Formigones y,
a sus pies, El Valle. Importante tiene que ser este lugar para que los vecinos
de Salce le llamen así, El Valle, a secas.


El Valle se alarga más de diez kilómetros hacia el noroeste para culminar en el Alto de La Cañada (2.154 m). A unos tres kilómetros del pueblo está la majada del Acebal, aprovechada por el ganado menor del lugar. En adelante, la pendiente del fondo es mínima mientras que los flancos configuran la típica sección de bañera originada por una lengua de hielo. En la ladera norte está el puerto de Formigones. En la sur, un zigzag de once quiebros sube hasta la Majada Vieja de Los Arcos que ocupa el circo de un glaciar colgado sobre aquella  lengua principal.
El último de los puertos pirenaicos de Salce, el de La Ferrera, es la cabecera del Valle, justo a los pies del Alto de La Cañada, el techo de Omaña. 



Los once quiebros de la ascensión a la Majada Vieja de Los Arcos, en el Valle de Salce.

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Click aquí abajo para ver:  


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Apunte zoológico:

El cuatro de junio de 2012, por las estribaciones de la Peña de Formigones merodeaban
dos ejemplares magníficos de vulpes argentatus y uno de vulpes alopex argentatus.
Este último, bastante ajado, no se dejó fotografiar. 






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