En un corral del pueblo ella rumia rutinas
y el pájaro cavila porque ha visto señales
presagiando que llegan los días de mudanza.
presagiando que llegan los días de mudanza.
F. Chopin
Tristeza.
Ya floreció Medea, la hechicera de Cólquida,
heraldo del otoño que roba las meriendas
y espanta a los pastores con lanzadas de sombra.
El frío arañó el cielo con un primer zarpazo,
desparramó un rebaño de borregos de lana
y hay un gran alboroto encima de las peñas.
Encapotan el valle las nubes de la duda
y el ganado, advertido pero inocente y calmo,
va rumiando el regreso de la majada al pueblo.
También el buitre egipcio, para cualquier momento,
prepara la partida del vuelo más incierto,
la arriesgada aventura de su africano viaje.
Encima de los ásperos Joyos de Colines,
arriba de las peñas y los velos de niebla,
los ariscos rebecos desatienden los signos.
Nadie habrá ya al abrigo del corro y de la choza.
El inhóspito yermo de estas pozas vacías
lo volverá a colmar el hielo originario.
Nosotros, argonautas de la infinita llera
volvemos a La Cólquida porque aún nos queda tiempo
y Medea nos canta sus eternos hechizos.
Cualquier día, muy pronto, no nos será posible
navegar las pedrizas, aristas y canales
detrás del vellocino por las peñas de Babia.
detrás del vellocino por las peñas de Babia.
Nos seduce el otoño y también nos inquieta
porque anuncia un invierno del que nada sabemos;
si será compasivo, si aun la maga de Cólquida
nos seguirá guiando a navegar las lleras
o nos habrá expulsado con sus lanzas de sombra.
¿Cuando el invierno llegue, dejará de inquietarnos?
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los Picos del Fontán sin niebla.
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