Cuando coronamos el Puerto de La Magdalena son las diez y media de la mañana pero parece que en Omaña el reloj va marcha atrás porque el cielo enrojece y se anubla. Viene ardiendo el monte desde Villanueva hacia Senra y dicen que las llamas ya han saltado también al Valle Chico. Arde la provincia y las brigadas de extinción no dan abasto.
G. Ph. Telemann
Sonata para flauta TWV 41-C2
En La Garandilla, la iglesia se ve de punta en blanco y la Virgen ya está en las andas, lista para que la saquen en procesión. Un feligrés, tan viejo como amable, me hace saber que es la más milagrera que se conoce. Dígoselo yo. Hace milagros a montones. Hízolos siempre, pero antes más. Cuando era yo un rapaz, venía aquí a las ferias gente de lejísimos, de arriba y de abajo, de Omaña y del Bierzo. Venían muchos asturianos con araos y cestos y qué sé yo. Viajaban de noche y llegaban amanecido. Por allí, por Asturias, los montes somedanos son muy arriscaos y resulta que a un paisano se le marchó el macho por uno de aquellos barrancos abajo y él empezó a gritar Virgen de Carrasconte, Virgen de Lazao, Virgen del Carbayo, Virgen del Acebo, Virgen de La Garandilla y ¡zas!; en cuanto gritó Virgen de La Garandilla, ¡chico!, el macho frenó, quedó quieto parao y no pasó nada. ¿Qué te parez?
Al pie del santuario, los pulpeiros se afanan en lo suyo ...
También los músicos.
Ya va el reloj camino de las doce y media y el olor del caldero parece que perturba, disipa el ánimo y agudiza la flojera corporal propia de la hora. La cocinera dice que a los cachelos les quedan por lo menos diez minutos, pero no importa. Con pulpo y pan vamos que arreamos.
Antes de la ceremonia ya caen unas cuantas raciones.
La nave del templo está de bote en bote.
Los primeros bancos están reservados para los políticos. Últimamente están muy mal vistos los políticos pero no se debe generalizar. Estos, por ejemplo, tienen pinta de ser buena gente. Los otros, los que se meten el política para medrar y porque no valen para otra cosa, son como Drácula y no se reflejan en los espejos.
Esta procesión de La Garandilla tiene mucho predicamento. Quien no está para caminar se acerca a ver cómo desfila la multitud, cómo flamean los coloridos pendones, cómo las pasan canutas los portaestandartes para poder humillar los pesadísimos mástiles y salvar la maraña de cables que las eléctricas y las telefónicas cuelgan cuando y donde les da la gana.
Estas atentas galliformes -no sé muy bien lo que son- también se interesan en la celebración religiosa cercana al equinoccio. En la del próximo solsticio serán ellas el objeto de interés. Menos mal que no lo saben.
Los balcones y barandillas se adornan con mantos primorosos ...
El gatín parece estupefacto.
Cables y más cables ...
Y encima viento ... ¡lo que faltaba!
¡Ahi vaaa! ¿No te digo?
En este tramo, mejor ser prácticos y echar el mástil al hombro.
Cuando termina la procesión llega el momento de desfilar por el camarín de la Virgen y recibir la prueba del vino y del pan bendito.
Mientras tanto, momento sublime, la joven concertista interpreta música barroca.
(Ella sugiere la música de este reportaje).
(Ella sugiere la música de este reportaje).
Después, como cada año, alguien invita a toda la concurrencia con un piscolabis a base de empanadas, embutidos y aquel chicharro enlatado tan propio de las ferias antiguas. No sé si el asunto corre a cargo del ayuntamiento o de la junta vecinal de Valdesamario. Supongo que de ambos.
Ya puestos, aprovechando que el Omaña pasa por La Garandilla, apoyo desde aquí la idea de que las Juntas Vecinales no deben desaparecer. Y en León menos aún. Dicen que su eliminación reduciría gasto público. ¡Qué morro! Eliminando las Juntas Vecinales solo reduce gastos la familia del presidente y los vocales, que trabajan por la cara y a menudo pagan de su propio bolsillo. Para empezar, pueden disolver de una vez el Senado y vender el edificio entero con su escandaloso caldarium y demás lujos asiáticos. ¡Qué soberbio casino podría montar ahí don Sheldon Adelson!
Ya puestos, aprovechando que el Omaña pasa por La Garandilla, apoyo desde aquí la idea de que las Juntas Vecinales no deben desaparecer. Y en León menos aún. Dicen que su eliminación reduciría gasto público. ¡Qué morro! Eliminando las Juntas Vecinales solo reduce gastos la familia del presidente y los vocales, que trabajan por la cara y a menudo pagan de su propio bolsillo. Para empezar, pueden disolver de una vez el Senado y vender el edificio entero con su escandaloso caldarium y demás lujos asiáticos. ¡Qué soberbio casino podría montar ahí don Sheldon Adelson!
A media tarde se cierne sobre Omaña una amenaza de tormenta de mil rayos.
La nube anda errabunda de lomba en lomba y a nosotros no nos pilla pero, pasando entre Omañón y Senra, encontramos la carretera bien mojada y el incendio apagado. ¿Lo veis? Otro favor a cuenta de Nuesta Señora de las Angustias que, en adelante, va a tener trabajo abondo.
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