Para Edith.
L´osu víu al coche azul perdese tras la nieve.
Pero l´animal nun percibíu denguna emoción
nin sintíu denguna empatía conos sentimientos
que los humanos tenían por verdadeirus.
Él yera indiferente al símbolu de la sangre
ya la xusticia de la culpa.
Yera tamién achenu a la necesidá,
intrínseca a los humanos, de pagar por dañu feito.
L´osu tampoucu sabía nada de política.
R. Glez-Quevedo.
Sangre na braña
Ralph Vaughan Williams (1872-1958)
Charterhouse Suite for strings
Hoy es seis de noviembre. Estos días no damos abasto. Doña Mónica López desparrama por su canal visible unos cielos azules, excelsos, sobre estos valles y nosotros andamos a destajo de monte en monte, codiciosos, como si no hubiera por delante más otoñadas, como si hubiera que apurar de un solo trago el esplendor de estas jornadas bellísimas y efímeras.
Vamos subiendo por el camino del Pedroso, en términos de Palacios. Este valle es magnífico. Siete kilómetros recorre el agua desde sus cabeceras hasta que aboca al Sil. Viste sus flancos un bosque denso, muy diverso, en sazón y renovado naturalmente. En las márgenes del río hay algún espacio abierto, con pequeños prados y camperas. Hay dos brañas. La primera, la del Pedroso, está a 1.100 metros de altitud. La segunda, La Fontel.lada, ronda los 1.300.
También la fauna silvestre es aquí muy abundante y variada. Los osos le tienen mucha ley a estos andurriales. No sería nada extraño que encontrásemos hoy algún rastro del Oso Pedro.
Al Oso Pedro le molan las castañas, las bellotas, los racimos del capudre y muchos más productos de estos bosques que ahora están en sazón. Lo que no le gusta tanto es darse a ver. Es un tipo discreto. Si anda cerca algún humano y no enreda demasiado, él parece que pasa, que no le importa. Pero sospecho que sí le importa, y mucho, aunque las motivaciones del Oso Pedro solo él mismo las conoce.
El raposo también anda por aquí. Es natural, porque el raposo anda por todas partes y, además, se deja ver e incluso llega a ser un poco chulo. También le molan mucho las bolas rojas del capudre pero, a la vista de los residuos, no sé si come atropelladamente o es que no digiere bien.
Por arriba de esta cuesta empedrada, a mano derecha, se ve una esquina de la cabana de Rafa y Adelaida. Como diría mi recordado Emérito, la cabana de Adelaida nun ía chalé sino que ía cabana. Aquí cerca, al otro lado del río, no ha mucho que apareció un vaca muerta. Morríu de muerte morrida, non de muerte matada, porque el Oso del país raramente ataca al ganado aunque le carguen muchas culpas. Lo que sí le encanta es la carne cocinada, o sea, la carroña. Cuando apareció la vaca muerta, una osa y su cría bajaron por aquí durante varios días para cebarse con aquella vianda.
Es bueno saber que al oso, aun siendo poco amigo de meterse en líos, le jeringa sobremanera que lo incordien mientras está zampando. Cuando para a comer cerca de un torrente, el rumor del agua y el olor intenso de los despojos pueden impedirle detectar la aproximación de una persona. Supongo que los sobresaltos le hacen la misma gracia que a nosotros y quién sabe cómo va a reaccionar. Así que, ¡ojo al parche!
Alguna vez el Oso Pedro pasa por este puente. Habrá que renovarle los tablones, Rafa, que están medio podres.
Este año hay castañas y bellotas abondo. Muy buenas. Solo hace falta apartar la hojarasca y apañar y ponerse morado. En lo tocante a comida, las castañas solo se dan valle abajo. Estas alturas ya son dominio de robles y capudres sobre todo. Pero hay muchos más árboles que dan fruto en otoño.
Y también hay hongos.
Estos días se ven hongos por todas partes. No sé si el Oso Pedro está interesado en ellos o si tiene conocimiento empírico de lo que ocurre por zampar amanita muscaria, como hizo aquel pariente suyo en la película de Jean-Jacques Annaud.
Hoy hace un frío que pela.
En lo tocante a ciencias físicas, saber, lo que se dice saber, al Oso Pedro le pasa como a Forrest Gump, que no sabe mucho de casi nada. No sé si le llamarán la atención estas hojas muertas y cargadas de gotas. El oso es algo miope pero, como camina con la cabeza gacha por ver si encuentra algo que picar, quizá se haya fijado. Él no sabe, ni falta que le hace, que este frío tan intenso aumenta la tensión superficial del agua y entonces el agua se porta como nosotros, se arrejunta, se arrebuja, se ovilla, se hace más esférica que nunca y, si sopla un poco el viento, le entra un tembleque tremendo.
El Oso Pedro aguanta bien el frío pero, por enero y febrero, también se encierra en la osera y allí se arrebuja y se ovilla. Hace pocos años, unos naturalistas mantuvieron vigilado a un oso cantábrico durante lo más duro del invierno. El mayor plazo en que lo perdieron de vista fue de solo trece días. No sé si esto empieza a ser normal o se debió a la moderación de aquel invierno y a la abundancia excepcional de alimentos.
El Oso Pedro, como todos sus colegas, tiene un olfato y un oído estupendos, pero es algo miope, ya digo. Ese ciervo que está allá arriba, en medio de la foto, ramoneando por Las Chombas, él no lo vería desde aquí.
He ahí otra razón más para que nosotros, sobre todo si caminamos entre la espesura, nos hagamos notar antes de que le metamos un buen susto y de que nos lo meta él. Un susto o algo peor.
Aún son las diez y media y a estas horas el sol se está deperezando todavía. Ni siquiera ha entrado el primer rayo en La Fontel.lada.
No tenemos urgencias. Subimos despacio para dar tiempo a que la luz vaya avivando el colorido del monte pedroso y encienda el bosque de L.lamaurén.
Ésta es la braña de La Fontel.lada.
Los que no sois pachuezos sabed que se pronuncia algo así como Funtitsada.
Aquí paramos a tomar un pinchín.
Más arriba, por encima de L.lamaurén o Tsamaurén, hoy amaneció nevado. El Oso Pedro, que a lo mejor se guarda por aquellos peñascos, podría estar ahora bajando hacia la braña.
Dice Roberto Glez-Quevedo en su estudio toponímico de Palacios del Sil que la Fontel.lada ía una zona mui húmeda ya con fuentes a esgaya. En cuanto a L.lamaurén, un monte altu ya grandón, dice que por allí hai mui bien d´humedá ya de charcos ya dalguna zona inundada.
Me gusta cómo trata Roberto el asunto de la etimología toponímica. Él nunca asegura nada, solo sugiere. En la Fontel.lada hay muchas fuentes (fons -fontis) y el suelo de L.lamaurén es muy húmedo y hasta tiene algún cachín cenagoso (lama -lamae).
Recuerdo cuando solíamos venir aquí, hace ya muchísimos años. Me parece que entones quedaba solo una cabana en condiciones. Las demás estaban casi arruinadas. Acaso a la braña de La Fontel.lada habría que llamarla ahora New-Fontel.lada.
Un día, cuando subíamos andando por la Cabeza el Castro, nos recogió un cazador en su Land-Rover. Esto sería por 1975 o cosa así. Nos acomodamos todos en los asientos de atrás excepto Lucinda, que se sentó a la derecha del chófer, donde estaba apoyada la escopeta o el rifle o la carabina o como se llame, que eso me lo explicó el cabo Picurri pero nunca puse mucho interés. Antes de arrancar, el cazador le colocó el fusil entre las piernas y le dijo sujétalo y no te asustes que lleva el seguro puesto. El coche pegaba unos saltos de rebeco y ella hizo todo el viaje con el alma en vilo.
A mediados del siglo XX, de los robledales del noroeste salieron millones de traviesas para los ferrocarriles y para las minas de carbón. Muchas promesas nos hicieron entonces los de siempre. El cuento del espléndido futuro. Y, al final, nada de nada. Ahora nos apalea la realidad, a algunos con verdadera saña. Así que, como dice la canción,
Prometísteme un queisu
en señal de matrimoniu.
El matrimoniu fuei nulo.
¡Vúelvaseme en queiso al hórriu!
Y aquí están las traviesas otra vez, que son buenísimas para urbanizar la naturaleza.
Esto es lo poco que queda de las cabanas de antes, de cuando esto era una braña de verdad y las cabanas daban servicio a los terneros y a los vecinos que mantenían su ganado aquí arriba desde mayo hasta octubre.
Y arriba galán, arriba,
que más arriba estoy yo.
Más arriba está la nieve
que por los altos cayó.
Se acerca el mediodía y del Oso Pedro no hemos visto todavía ni rastro. Aunque también es cierto que nosotros vamos distraídos y charlando en voz alta mientras que él es un tipo muy discreto.
El valle del Pedroso, en su cabecera, tuerce hacia el oeste y termina en un circo que llaman El Chano, rodeado de picos altos, Penamayor, Bustatán, Chamazón, La Bóveda y los riscos de La Furaquina. Todos rondan los 1.800 o cosa así.
Dejamos atrás la braña de La Fontel.lada y enfilamos hacia el circo del Chano. De aquí para arriba ya casi no hay robles. Todo son abedules y capudres y muchos acebos y algunos tejos. Las especies más valientes de la cordillera. Hay también infinidad de arbustos y de plantas.
¡Coño, mira! ¡Esta sí que es buena!
Unos cuantos chavales marcaron su firma en este abedul y el Oso Pedro echó la suya en el abedul de al lado. Habría que saber qué habrá querido decir pero sus motivaciones las conoce solo él.
A lo mejor el Oso Pedro anda hoy por El Chano.
Por si acaso, tendremos que ir poniéndolo sobre aviso de nuestra presencia. Ya conté alguna vez que, cuando voy solo por el monte y entro en la espesura, tarareo la canción del Torito Bravo de El Fary. Me parece suficiente espanto. Si el oso anda cerca, ya pondrá tierra de por medio.
Hoy somos tres. Y poco revoltosos. El Oso Pedro nos localizará pero seguirá a lo suyo. Tranquilamente se irá apartando, levantará de vez en cuando la cabezota para ventear los aires y seguirá tan campante, sin estrés. Lleva muchos siglos conviviendo con la gente de las vacas y con los excursionistas prudentes y hasta permite que le birlen algunos arándanos.
Un excursionista prudente es el que, ante la sospecha de que pueda haber algún oso en las proximidades, intenta hacerse notar. Una canción melódica puede servir. No hace falta que sea tan heavy como el Torito Bravo. El Marinero de Luces de la Pantoja, mismamente, también sirve. Pero la salsa machacona, la rumba catalana y la música disco del zumba zumba pueden resultar demasiado irritantes y causar el efecto contrario al pretendido.
En las cercanías de El Chano el camino se deshilacha y en adelante solo hay sendas que se cuelan entre el abedular. Es aquí, ¡tachánnnnn!, donde descubrimos alguna huella del Oso Pedro.
A veces hay que fijarse bien para detectarlas porque no están muy claras. El suelo no es siempre de mantequilla.
Nos aproximamos a los canchales de La Furaquina. Por esta parte ni siquiera entra el sol a estas alturas del año. Pasa rozando los riscos y los perfila con una especie de fosforescencia inquietante. Ahora sabemos que el Oso Pedro puede andar cerca y, por tanto, es hora de volver sobre nuestros pasos, serenamente, y dejarlo en paz.
El excursionista y montañero sabe que ha de evitar toparse repentinamente con un oso, que jamás debe seguir un rastro fresco y mucho menos tratar de pillar al bicho con la insensata intención de hacerle fotos con el teléfono móvil. Mucho más temeraria es la aproximación a una osa con neno. Las prevenciones a tomar, por el bien de unos y otros, son elementales: darse a oir con dulzura y tomar las de Villadiego con calma.
Hace unos meses, por la parte de Somiedo, unas amigas mías que están en edad de cuidar nietos, se desviaron de la senda en la Veiga de Cuérrabos y entraron, inocentemente, en los dominios de una osa que se había instalado por allí. Al cabo de un rato llegó una persona vestida de caqui, les llamó la atención y las advirtió con la posibilidad de una multa de hasta 6.000 euros por causar estrés a su cofrade de sexo. (Digo de sexo y no de género porque aunque mis amigas y la osa eran todas de sexo femenino, unas pertenecen al género homo y otras al ursus). El caso es que, en efecto, habían entrado en un área de acceso restringido según el reglamento del Parque Natural y ya se sabe que la ignorancia de la ley no exime del bla bla bla.
Me parece bueno ese tipo de restricciones en determinados parajes y épocas del año. Me gustaría que algún día, cuanto antes, fuese declarada Parque Natural toda el área del Alto Sil, sobre todo el valle de Salientes, los de Valdeprao y Anllarinos, los de Palacios y el de Laciana. Pero lo de achacar a mis casi provectas amigas el trastorno psicológico de la osa somedana ... eso ya ...
Hace pocos días, la adolescente Jimena, natural de Palacios del Sil, murió por miopatía de estrés. Supongo que la captura de una osezna de cuatro meses, supuestamente perdida y desamparada, la repetida sedación química, el traslado de su país a otro país y luego a otro país más por razones demográficas o de mejora genética en determinada población o por motivos políticos o propagandísticos o económicos, todo ello con la presencia continua de un batallón de albéitares, naturalistas, expertos surtidos, técnicos y funcionarios de la administración -hasta del área osera del mismísimo Valladolid- es algo insoportable para un oso y para cualquiera.
Se ha dado más de un caso en los últimos años y no está de más tenerlo en cuenta.
Son cerca de las dos de la tarde cuando abandonamos el circo de El Chano y justo entonces, en medio de uno de los muchos senderos, encontramos un mensaje muy evidente del Oso Pedro. Muy evidente pero críptico a la vez. No sabemos cómo descifrarlo.
Mierda es una voz polisémica. A veces se usa como augurio de buena suerte. Cuentan que, en pasados siglos, la abundancia de excremento equino a las puertas del teatro evidenciaba la afluencia de carruajes y el éxito de la función. De ahí que los actores, como mensaje de amistad y solidaridad, se deseen desde entonces mucha mierda.
Mierda es una voz polisémica. A veces se usa como augurio de buena suerte. Cuentan que, en pasados siglos, la abundancia de excremento equino a las puertas del teatro evidenciaba la afluencia de carruajes y el éxito de la función. De ahí que los actores, como mensaje de amistad y solidaridad, se deseen desde entonces mucha mierda.
No creo que el Oso Pedro tenga la misma motivación pero, ¿quién sabe?
Puede que su mensaje sea aquí vivo yo y dejad de tocarme las gónadas. O quizá el soberbio presente aparecido en medio de la senda no tenga intención alguna. A lo mejor el animal, una vez que ha triturado la coraza del fruto en su estómago, se limita a esparcir las semillas debidamente abonadas con puré de bellota.
En fin, nosotros lo tomamos como una señal venturosa porque la recuperación del oso pardo cantábrico podría -debería- significar mucho y muy bueno para el noroeste leonés.
Puede que su mensaje sea aquí vivo yo y dejad de tocarme las gónadas. O quizá el soberbio presente aparecido en medio de la senda no tenga intención alguna. A lo mejor el animal, una vez que ha triturado la coraza del fruto en su estómago, se limita a esparcir las semillas debidamente abonadas con puré de bellota.
En fin, nosotros lo tomamos como una señal venturosa porque la recuperación del oso pardo cantábrico podría -debería- significar mucho y muy bueno para el noroeste leonés.
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Notas:
Todas las fotografías datan del pasado 6 de noviembre de 2012 y fueron tomadas en el valle del río Pedroso, en Palacios del Sil, entre las 9 y las 14 horas.
Este reportaje quiere celebrar la visita número 200.000 a este blog y expresar el agradecimiento a todos los visitantes.
Pulsa aquí para ver unas huellas perfectas de oso pachuezu fotografiadas el 12 de noviembre en los montes del Alto Sil.
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Sangre na braña, cuyo autor es Roberto González-Quevedo, es la primera novela escrita en la vieja lengua de este país. Se trata de un relato policiaco. En la braña de La Fontellada de Palacios del Sil ocurre un horrendo crimen, un asesinato múltiple. Hay implicaciones internacionales y sospechas inquietantes en una sociedad marcada por la crisis económica y por el desmantelamiento de la minería y la ganadería. No hay testigos de los homicidios. Un oso es el primero en descubrir el escenario ensangrentado. Pero el oso apenas se inmuta. Él no comprende nada.
El investigador, el señor Dalgliesh-Muxivén, encargado de identificar a los culpables, ha logrado algunos avances pero aun queda mucho por saber.
Publicaciones Ámbitu S.L.
Calle San Juan 5, 3º derecha - Oviedo 33003, Asturias.
Tel. 985 204 601 - Fax. 985 221 537
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Tel. 985 204 601 - Fax. 985 221 537
El conspicuo investigador Mr. Dalgliesh-Muxivén en una fotografía reciente.
Parece que está próxima la aparición de la segunda novela de Roberto González-Quevedo, donde el inspector Dalgliesh-Muxivén acaso logre desentrañar por fin el misterio en torno al horrendo crimen ocurrido en la braña de La Fontellada.
Seguiremos informando.
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