El caserío de Carrasconte está en la linde entre Babia y Laciana, sobre el camino antiguo del Zreizeu que unía los dos municipios. El fuero de Laciana de 1270, al establecer los términos del concejo, alude a la Piedra Forada de Carascón que parte con Babia. El megalito está hincado a la orilla del camino, junto a la pared de la casa vecina a la iglesia. Se desconoce su antigüedad y motivo original pero hay noticia de otros mojones próximos como illa petra en Lectariegos o el que dio nombre a Piedrafita de Babia. Quizá todos ellos no tuvieron más finalidad que la de delimitar territorios.
La Piedra Forada.
Los agentes atmosféricos -por llamarlos de alguna manera-
acabarán con ella en poco tiempo.
Aunque en el siglo XIV era un hecho el declive de las peregrinaciones a Compostela, la tradición quiere que ya en la antigüedad algunos romeros, al regreso de Galicia, subieran desde El Bierzo y se detuvieran en Carrasconte antes de meterse en Asturias para alcanzar la catedral de El Salvador de Oviedo, ya que quien va a Santiago y no a San Salvador es como quien visita al criado y no al Señor. Hasta época muy reciente, Carrasconte fue lugar de peregrinación para los vecinos de las cuencas del Sil y el Luna y de más allá, incluyendo las cabeceras del Principado y también a los vaqueiros de alzada que tuvieron gran devoción a esta Virgen.
Se sabe que en el inicio del siglo XVII había una capilla con ábside abovedado y nave cubierta con techo de paja y que el conjunto fue remozado en aquel tiempo. El caserío anejo incluía un albergue para atender a los romeros. La diócesis ovetense, a la que pertenecieron Babia y Laciana hasta época reciente, nombraba anualmente dos Mayordomos –uno por Concejo- para administrar los bienes del santuario. Los beneficios servían para atender a pobres de solemnidad, proporcionar dote a huérfanas casaderas, criar niños desamparados y sostener el hospital de Santiago en Oviedo.
La obra social de Carrasconte acabó en 1683. En 1735, la iglesia amenazaba ruina pero hasta 1773 no se edificó el actual templo. En el siglo XIX, durante los procesos desamortizadores, las posesiones del santuario, incluida la hospedería, salieron a subasta pública y fueron adquiridas por la familia de Sierra-Pambley.
Se sabe que en el inicio del siglo XVII había una capilla con ábside abovedado y nave cubierta con techo de paja y que el conjunto fue remozado en aquel tiempo. El caserío anejo incluía un albergue para atender a los romeros. La diócesis ovetense, a la que pertenecieron Babia y Laciana hasta época reciente, nombraba anualmente dos Mayordomos –uno por Concejo- para administrar los bienes del santuario. Los beneficios servían para atender a pobres de solemnidad, proporcionar dote a huérfanas casaderas, criar niños desamparados y sostener el hospital de Santiago en Oviedo.
La obra social de Carrasconte acabó en 1683. En 1735, la iglesia amenazaba ruina pero hasta 1773 no se edificó el actual templo. En el siglo XIX, durante los procesos desamortizadores, las posesiones del santuario, incluida la hospedería, salieron a subasta pública y fueron adquiridas por la familia de Sierra-Pambley.
Algunas piezas de la capilla antigua se conservan empotradas
en la fachada norte del actual edificio.
La imagen de la Virgen es de factura reciente. La original, exhibida en el retablo que Pedro S. de Agrela construyera en
1645, fue pasto del fuego durante los primeros días de la Guerra Civil junto con libros, ropas y utensilios de culto. El
Museo Marés de Barcelona conserva dos buenas piezas de aquel retablo -La
Anunciación y San Roque- que alguien logró salvar de la quema.
Relieves del retablo de Carrasconte (s. XVII)
conservadas hoy en el Museo Marés de Barcelona.
Estampa antigua (1849):
Habiéndose encontrado la lámina de N. S. de Carrasconte perdida hacía siglos,
los señores obispos de Oviedo y León han concedido 40 días de indulgencia cada uno, además de los otros 4o que contiene, que son 120, por cada salve que se rezare delante de esta referida imagen.
Carrasconte fue, hasta mediados del siglo XX, pieza clave del patrimonio histórico y cultural de Babia y Laciana. Cargamos hoy con el baldón de haber degradado esta joya del acervo histórico olvidando las tradiciones, descuidando el entorno y alentando una explotación carbonera a cielo abierto realizada a las bravas, del modo más desaprensivo y haciendo caso omiso de la normativa legal tal como prueban las sentencias de los tribunales de justicia españoles y europeos.
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