El camino desde Cuevas a la braña del Campo, de punto a punto, es de lo más expeditivo: 2'8 kilómetros para salvar un desnivel de 550 metros, o sea, el 20% de pendiente media. Como para subirlo en bicicleta.
Otro Fandango de Boccherini, esta vez para dos arpas.
La braña de El Campo está en términos de Cuevas pero fue colonizada por los vecinos de Palacios del Sil en algún tiempo del que ya no hay memoria. Ocupa un vallejo a 1.440 metros de altitud, junto a la cresta del filón de mármol. El panorama que se divisa desde aquí arriba es formidable.
Cada vez que vengo me acuerdo de la pasión con que Eva González solía hablarnos -lo dejó escrito en admirables versos y relatos evocadores- acerca de una noche de alborozo, baile y fuego que ocurría en las brañas de su pueblo por el solsticio de verano. En los años 30 y 40 del pasado siglo se congregaban allá arriba verdaderas multitudes, menudencia incluida, para vivir la noche bruja en que los montes tenebrosos y lobunos daban réplica al cielo con el centelleo de tantas hogueras como anunciaban el tiempo venturoso de la recolección. Desde El Campo de Cuevas se alcanzaban a ver los faros en Zarameo, La Seita, La Degollada y, desde los altos cercanos, el fuego en otras brañas en Ribasdesil, Laciana y hasta en Asturias.
La braña de Seita en el flanco sur del valle del Sil.
Y más arriba de La Seita, la braña de Zarameo.
Como todas las brañas de la comarca, ésta de El Campo no es ni la sombra de lo que fue. La voz braña debe entenderse ahora como una especie de sinécdoque porque alude a un lugar y casi solo a eso; un paraje con vestigios poco reconocibles, construcciones mixtificadas en cuanto a formas y usos y una leyenda que poco a poco se difumina.
En todas las cordilleras de Europa de las áreas templadas del mundo-, ganaderos y pastores explotaron los recursos naturales por gradas, según las estaciones, desde el hondo del valle hasta los escalones más altos y distantes que sólo de mayo a octubre se libran de la nieve.
Nuestras brañas -cada comunidad tuvo la suya- se organizaron en cabeceras de arroyos y torrentes, en pequeños circos o terrazas glaciares, siempre en lugares húmedos y propicios para obtener buenos pastos. Los criadores de ganado construyeron allá arriba primero sus chozas y luego sus cabanas, sus fuentes arregladas, banzaos, presas, pilones, pozos, olleras y todo lo demás debidamente organizado con arreglo a viejos conocimientos, tradiciones y normas que dieron lugar a un riquísimo acervo legendario.
Por ambos flancos de la campera de la Laguna llegaban en su tiempo sendos canales para aportar agua a la braña del Campo. Hoy apenas se identifican.
Desde la braña del Campo se distingue en el otro flanco del valle,
sobre una terraza glaciar, la célebre braña de Zarameo.
Durante el siglo XX, en muchos pueblos de la cuenca alta del río Sil, la minería fue relegando a la ganadería al nivel de recurso complementario o de saludable entretenimiento. La cría de bovino y de ganado menor -cabras y ovejas- ha venido menguando hasta desaparecer. En algunas brañas el matorral invadió los pastizales y las cabanas se echaron a perder.
Alrededor de la Braña del Campo aun se distinguen restos de interminables paredes de piedra que en su día delimitaron prados muy bien cuidados. Ahora el entorno está invadido por un piornal espeso.
Durante los últimos tiempos se vienen restaurando las cabanas de algunas brañas con más o menos acierto, aunque su finalidad ya es otra. Se trata de refugios con encanto o segundas viviendas. El caso de Zarameo es muy relevante: donde hace poco tiempo había tres docenas de cabanas arruinadas, se yerguen hoy flamantes chalets alpinos, preciosos, acogedores, envidiables. A veces, sus re-constructores trataron de conservar detalles de la arquitectura tradicional como los peñales escalonados -las gril.landas- logrando así un artificio que es curioso a la vista y recuerda la forma del original pero no su finalidad en los techos de paja. (Ver foto superior).
Al menos todavía pastan algunas vacas con sus terneros y también yeguas y caballos en la braña del Campo.
Los modos de vida tradicionales desaparecieron durante el siglo XX. Solemos decir que fue la minería del carbón la que acabó con ellos pero, sin el carbón, habría sucedido lo mismo. No hay más que mirar alrededor. Sin el breve episodio carbonero, seguramente la población de estos lugares -la del valle de Laciana en particular- no habría crecido tan fuertemente. La emigración a las ciudades habría continuado y la densidad sería hoy de cuatro habitantes por kilómetro cuadrado, similar a la de Babia u otras áreas del norte leonés. Es posible que esta comarca hubiese logrado mantener más sano su patrimonio natural y cultural. También es posible que, sin la feroz depredación de los últimos tiempos, ésta fuese hoy una de las mayores y más prósperas reservas naturales del occidente europeo. O puede que no. En todo caso, muchos de nosotros, mineros o hijos de mineros, no habríamos nacido para verlo.
En fin, ... de aquí a la metafísica no hay más que un paso. Así que, vayamos con unas fotos que se nos hace de noche.
En fin, ... de aquí a la metafísica no hay más que un paso. Así que, vayamos con unas fotos que se nos hace de noche.
4 comentarios:
!!!Qué fotos tan preciosas!!! Y la que has puesto en la cabecera del blog es increible. Un beso
futbol es futbol que diria vujadin boskov, metafisica es metafisica que no diria la dialectica,jajaja!!!! al margen, las fotos fenomenales y el entorno enorme. saludos
Es una maravilla la montaña noroccidental leonesa, y también una gran desconocida. No sé que es mejor, si que siga siendo la gran desconocida, y mantenerla libre del turismo, o compartirla. De momento, con este blog tan bonito, está llegando a mucha gente.
Totalmente de acuerdo con este último comentario (M&).
Y por supuesto con el de Bea: excelente foto la de la cabecera del blog. Tal parece que el humo se pueda tocar. ¡Excelente!
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