Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


martes, 18 de octubre de 2011

Villaseca de Laciana (I): Al oeste de La Frontera.

Año 2010.

En la Laguna del Castro de Villaseca, como en Laciana entera, las otoñadas siempre fueron magníficas.

Año 2010.

Las dos fotos de abajo son contundentes.
He preguntado a vecinos con mucha solera y nadie recuerda que esta laguna se haya secado alguna vez.
Hasta hoy.

Agosto de 2011. 

A finales de agosto, cuando la laguna ya estaba en las últimas, dicen que un oso vino a zamparse kilos y kilos de carpas. 

Septiembre de 2011.

Así está ahora.
Hay huellas por todas partes, pero tan deformes que no se identifican facilmente.

Año 2010.

Junto a la laguna, un panel informativo expone que la superficie es de 1,52 hectáreas, con un volumen de agua bastante estable a lo largo del año, lo que permite la presencia de una fauna variada. Añade que es un testimonio de la acción de los glaciares en el pleistoceno, establece su edad en unos 35.000 años y concluye asegurando que no es nada excepcional el merodeo de algún oso en las proximidades.


Muy cerca de aquí, Villaseca tiene su braña. La recorre el río Altar, que viene de nacer en las estribaciones del pico Muxivén (2.032 m), visible a lo lejos. En verano, cuando abandona estos prados, el Altar apenas lleva agua pero, en invierno y primavera, alimenta una central hidroeléctrica a partir de este pequeño azud.

El azud del río Altar en la braña de Villaseca.

Poco más abajo de la presa, el caudal se despeña por la cascada de La Fervienza.


La Fervienza de Villaseca, bajo la braña, en el río Altar.



1.- Villaseca (La Plaza)
2.- Carretera de Lumajo.  Arranque de la pista hacia la laguna y las brañas
3.- La laguna de El Castro
4.- Azud
5.- Cascada de La Fervienza
6.- Vestigios de excavaciones arqueológicas
7.- Mirador del castro
8.- Escombrera de antiguas explotaciones carboneras

      En color azul, el antiguo camino a la braña, hoy echado a perder.

Un camino bordea la laguna por el oeste y el sur para subir al alto de El Castro. Hace casi un año, un equipo de ALACET Arqueólogos, con nuestro paisano y amigo Rubén Rubio al frente, prospectó este lugar por encargo de la Administración y sacó a la luz parte de lo que parece ser un muro defensivo. Los resultados no fueron mucho más allá porque el presupuesto era canijo, como siempre.


El panel informativo al que aludíamos, también hacen referencia a un mirador. El camino para llegar a él es corto y claro. Apenas hay que subir una cuesta pedregosa y continuar a través de un robledal cuyo ramaje permite entrever la tersa superficie del agua,  solamente alterada por alguna maniobra aeronáutica de las diversas aves que aquí encuentran cobijo.  

Año 2010.


Entre las plantas de arándanos brotan algunos boletus. En un tronco hueco, las hormigas han establecido una factoría de reciclaje. A veces se oye crujir una rama o se advierte alguna agitación entre el follaje. ¿Un corzo? ¿La zorra acaso? ¿Quizá un melandro?
El oso no puede ser, al menos en pleno día, pero bien podría tratarse de un jabaloso, animal mítico, endémico en la región, híbrido entre el muy prolífico sus scrofa y la exuberante imaginación del turista voluntarioso.


El recorrido en torno a la laguna es plácido, ameno, relajante, hasta que, súbito, el caminante sufre una conmoción. El mirador de El Castro, aquel baluarte acaso utilizado para prevenir las aceifas musulmanas en el siglo VIII o para vigilar el merodeo de las partidas de malfechores en el XIV, está hoy ocupado por un mueble-comedor -¿mueble o inmueble?- de color claro y aspecto refinado, exótico, sensual, construído de cemento y en el más depurado estilo "Luis XV" o rococó. Ahí lleva varios años y todavía no lo han dinamitado. Hace tiempo le dedicamos un soneto que encontraréis en esta dirección:


Comedor rococó en el Mirador de El Castro.

Es una buena atalaya, sin duda. Hace mucho tiempo, seguramente hubo aquí una torre-vigía para controlar los caminos hacia Babia y Asturias. Hoy permite disfrutar extensos panoramas pero es, ante todo, un observatorio excepcional para analizar el proceso de crecimiento acelerado de Villaseca de Laciana durante la primera mitad del siglo XX. Según la moda imperante, podría catalogarse como "Centro de Interpretación de una Cuenca Minera con Reminiscencias Dickensianas" o así.


Las rocas en torno al Mirador del Castro están amarradas con cables de acero. La erosión las dejó al desnudo y las extintas labores de minería subterránea causaron mayor inestabilidad. En fin, las peñas sujetas a sí mismas recuerdan aquella historieta del pintor de fachadas que aseguraba su posición agarrándose a la brocha.

La cascada de L´Augualta en los meses del deshielo.

Al escrutar el flanco opuesto del valle desde el Mirador, apenas se reconocen entre la arboleda las cárcavas por donde corren hacia el Sil dos torrentes de reducido caudal hídrico y copiosa leyenda. El arroyo de Las Val.linas o Vachinas nace en el monte de La Rebata, donde no tiene mucha cuenca para cebarse. Por eso, en verano, se reduce a poco más que un rastro de humedad. Pero ruge en primavera al despeñarse en L´Augualta -Agua Alta-, cascada bien visible desde algunos barrios del pueblo.

L´Augualta.


El río de Las Vachinas aguas abajo de L´Augualta. (Abril de 2011).

A otro arroyo que cae por este mismo flanco sur le llaman Riuchadrones (Riol.ladrones o Río de los Ladrones). Cuentan que debe su nombre a los bandidos que antaño tuvieron mucha querencia por este paraje para asaltar a viajeros, arrieros y también a las diligencias que, a finales del XIX, transitaban por el Camino Real. Casi equidistante de Villaseca y Carrasconte, era lugar discreto y con buenas vías de escape.

Al fondo, la cárcava de Riul.ladrones.

Mina de carbón abandonada en Rioladrones.
Al fondo, el Pico Muxivén (2.032 m).

El topónimo Ladrones se repite en toda la península e incluso dentro de este mismo valle de Laciana. En "El territorio como artificio y su lenguaje", Arturo Soria y Puig expone que, siglos atrás, frente al tráfico regular de arrieros, peregrinos y demás gente de bien, siempre existió un movimiento clandestino de contrabandistas y salteadores y alude a la abundancia de caminos y sendas que fueron conocidas como Rutas del Ladrón. En términos de Laciana hubo un atajo que, partiendo de La L.lanada de Leitariegos, atraviesa la Vachina del Bidul  y asciende para saltar a términos de Caboalles de Arriba y bajar por Valdel.ladrones.   

La Villaseca de Los Cuarteles desde el Mirador de El Castro.

Antes de abandonar el Mirador del Castro, echemos una atenta mirada a la foto superior. Abajo, a la izquierda, se ve un promontorio rodeado de viviendas muy sencillas y coronado por un edificio más grande y blanco. Desde tiempo inmemorial, a este altozano se le conoce como el Otar de Perros. En la cúspide, sobre el solar llamado La Mata de La Carola, en los años de la posguerra fue construída la nueva casa-cuartel de la Guardia Civil. Visto el conjunto desde aquí arriba, recuerda al castellum que controla el limes, territorio fronterizo.
Todo el poblado visible en esta imagen no existía en el año 1910. El área fue colonizada a toda prisa, durante la fiebre carbonera, por clanes y familias de muy diversa procedencia. 


1.- Villaseca de Laciana hasta el año 1910.
2.- La Nueva Villaseca originada a partir de 1910.

Entre la Villaseca original y la Villaseca que fue llamada "de Los Cuarteleros", hay un tramo  poco poblado que es conocido como La Frontera.
Tras el rápido y confuso desarrollo acontecido entre 1919 y 1950, la nueva Villaseca, "la de Arriba",  no ha perdido su aire de provisionalidad. Más bien al contrario, dados los tiempos que corren. A ella dedicaremos el siguiente reportaje.

Vámonos ahora con la Villasicca medieval.


Por qué en el siglo VIII o IX llamaron Villasicca a este lugar, no se entiende muy bien. A través suyo corre el río Altar para abocar al Sil que, a su vez, baja de Babia royendo los cimientos del pueblo. Alrededor abundan topónimos significativos como La Llama o terreno empapado. Hay unas cuantas fuentes, pilones y lavaderos. Además, casi a un tiro de piedra valle arriba, donde el río de La Mozarra o de Lumajo también se suma al Sil, su amplia terraza de aluvión fue, hasta no hace mucho, un humedal.
  
Hay evidencias, incluso documentales, del clima templado que dominó Europa en los siglos IX, X y XI, cuando los vikingos se echaron a explorar los mares del norte, cuando Erik el Rojo descubrió un mundo antes helado al que llamó Tierra Verde, cuando los campos Trondheim fueron propicios para el cultivo de la vid, cuando nuestro vecino valle de Cangas de Tineo fue lugar rico de trigo y de generoso vino. Acaso entonces Villaseca conociera muchos otoños tan secos como éste de 2011. Claro que la voz siccus, además de seco puede significar árido pero también sano, entre otras surtidas acepciones.
Después de tanto tiempo, ¡vaya usted a saber! 




A principios del XX, Villaseca reunía unas treinta casas y menos de doscientas almas. El modo de vida era el de siempre: ganadería y labranza. Aunque ya se extraía de los agujeros algún carbón a capachos, ningún lugareño imaginaba lo que se estaba cociendo.


Villaseca, al oeste de La Frontera, en la actualidad.

1.- Casa Toribio
2.- Casa La Carola
3.- Cascada de La Fervienza en el río Altar.
4.- Pico Muxivén.
5.- Alto de El Castro.
6.- Camino viejo a la braña.

Algunas construcciones en el área de la Villaseca originaria son completamente nuevas o fruto de profundas reformas y ampliaciones. La primitiva iglesia parroquial y el cementerio, ambos de origen medieval, se arruinaron hace mucho tiempo. Bien entrado ya el siglo XX, en plena eclosión de la minería, sobre los vestigios de aquel solar, al pie del Camino Real, el decidido emprendedor Toribio Lorenzo levantó una de las primeras edificaciones nuevas en este lado de La Frontera e instaló allí su vivienda y una cantina. Cuentan que la tierra de alrededor le proporcionaba las mejores patatas del pueblo, lo cual se atribuyó al nutritivo humus del hasta entonces sagrado lugar. Acaso la pura envidia -por las patatas- o el agraz sentido del humor de una comunidad por aquel entonces muy sufriente, hizo que la cantina empezara a ser conocida como el Bar Cadáver.
Recientemente, la casa fue objeto de una completa reconversión y sus apartamentos están dedicados al turismo rural. En la planta baja aún son visibles arcos y ventanas de la iglesia. Todo ello confiere al establecimiento un mayor atractivo. 




De entre las construcciones realmente antiguas, dos viejas fachadas conservan sendos escudos de armas, ambos con la leyenda de Álbarez Carballo, de profunda raigambre en este valle de Laciana y en todo el noroeste peninsular. La casona que aún llaman de La Carola (o de la tía Carola) es de las más notables.





La capilla -La Capiecha- hizo las veces de iglesia parroquial desde que el templo medieval se arruinara y hasta que el nuevo fuese edificado justamente en tierra de nadie, en La Frontera.


Aunque muy transformadas -a veces con gran acierto y a veces ... ¡Dios me libre!- hay varias edificaciones interesantes a este lado de La Frontera.


La de arriba me gusta.

Esta otra ... ¿fúuuu ...?


Ésta sí.


Esto .... también.

Me gusta.

Éstas también.






A medio camino entre los núcleos de Villaseca de Abajo y Villaseca de Arriba, bajo una enorme escombrera, hay una franja de terreno que se mantuvo casi despoblada hasta hace pocos años y a la que llaman La Frontera


La Frontera.

A la altura de La Frontera, en tierra de nadie y de todos, como debe ser, está la nueva iglesia y el cementerio y también un parque frío como un témpano que, aunque trazado a tiralíneas, no está dedicado a Euclides.


Por detrás de la iglesia, peñas arriba, se aprecia una vaguada apenas insinuada. Se llama la Vachina de Menéndez. Justamente en su cabecera está el Mirador de El Castro. En otros tiempos, cuando no había escombreras por todas partes y el pasto era muy aprovechado, las vacas trepaban por la Vachina de Menéndez. Subían, se empeñaban en subir porque para subir siempre hay más voluntad, decisión y valor que para bajar, aunque a veces parezca lo contrario. Me dicen que unas cuantas baltaron por ahí arriba. 

En el siguiente capítulo rebasaremos La Frontera.  
       

Próximas entradas:     

* Villaseca de Laciana (II): los tiempos difíciles
* Villaseca de Laciana (III): el otoño más frío
                  

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo el reportaje, las fotos, me encanta, es una maravilla.
ese comedor recocó en el mirador del castro!!!que dolor, me encogió el corazón...que barbaridad
saludos! y gracias por compartir

Ricardo Chao Prieto dijo...

Qué artículo tan prestoso! Muchas gracias por tratar tan en profundidad a mi pueblo paterno.

4ojos dijo...

Gran serie de artículos. Sigue así

OLINA dijo...

Te felicito, me encanta tu blog, me presta ver cosas de la tierrina, aunque este algo lejos nunca me olvido, saludos