Día de reyes de 2013. Una moza cabalga en la vecindad de
Los Praos de Ferrera (Caboalles de Abajo).
Diferencias sobre Guárdame las vacas,
canción popular del renacimiento.
Antonio de Cabezón (1510 - 1566).
La Veiga de Ferrera, en la subida a Leitariegos desde Caboalles de Abajo.
Hace casi dos años, en plena berrea electoral -pedí prestada la expresión a Fermín Bocos- publiqué un reportaje sobre Los Praos de Ferrera y el Puente de Las Cuendias, lugares de Laciana con muy rica leyenda y un paisaje soberbio hasta hace pocos años.
Reliquia del camino histórico entre León y Asturias por Leitariegos.
Ayer mismo me encontré en el Camino Real de Leitariegos, sobre la vía histórica, con un grupo de jinetes. De las cuatro palabras que llegué a intercambiar con la amazona
que abría la marcha, moza tan guapa como lo fue hasta hace unas décadas este paisaje, deduje que quizá la partida se alojaba en alguna Casa de Turismo Rural.
Ya hay muchas familias en el valle de Laciana que invirtieron sus ahorros y pusieron sus expectativas en el negocio del turismo de montaña
y naturaleza para el que esta cordillera está excepcionalmente dotada.
Desde los años 80 sabíamos que el saqueo -hoy no puedo llamarlo de otro modo- de las partes más accesibles y rentables del yacimiento carbonero en Laciana y Babia estaba en marcha, que iría adelante por las bravas y deprisa, que la caza de subvenciones era ya la primera razón de una industria obsoleta y condenada a desaparecer. En los 90 sabíamos que la gestión de las ayudas públicas y de los Fondos Miner -Planes del Carbón- eran una de las mayores estafas que vieron los siglos, que el daño ambiental causado -patrimonial es término más exacto- sería irreparable y que a este municipio le quedaban quince años de gracia para poner en marcha una actividad económica basada en otros fundamentos.
No hicimos nada. Con la anuencia o en connivencia con profesionales de la política, consejos de administración de entidades financieras, agentes sociales con la mirada puesta en el cortísimo plazo y especuladores sin duelo -en adelante La Cosa- sucedió la grandísima mentira urdida con las prejubilaciones, la hábil dosificación del miedo, el tráfico de empleos, las promesas de un espléndido futuro -toda una organización creada ad hoc para adormecer entendimientos-, la transigencia o complicidad para la ocultación de todo género de desmanes contra el patrimonio y la salud, la dilapidación de fondos que estaban destinados a la reactivación económica, el desinterés en informar a los jóvenes y facilitar su capacitación profesional, la dejadez y el abandono de cualquier emprendedor a su suerte. Todo eso y mucho más tiene sumida a esta comarca en un marasmo que ellos atribuirán exclusivamente a la crisis económica planetaria y a la codicia de los que más tienen.
Exacto, de los que más tienen, o sea.
Los alrededores de la Veiga de Ferrera son una muestra de tantas como hoy ofenden la memoria y laceran el prestigio de estos valles. Justo por encima del Puente de Las Cuendias, en la braña de Caboalles y en el paraje que llaman Barcenachana, había otro puente viejo y robusto. Los camiones de La Cosa que bajaban de la clausurada mina de El Xaral cargados de escombros y algo de carbón hasta los topes, deterioraron la estructura y la dejaron a merced de la corriente.
La mina de El Xaral es una de tantas como obtuvieron subvenciones millonarias de la Unión Europea, primero para su preparación y, a los cuatro días, para el cierre.
El Diario Oficial de la Unión Europea de 1 de mayo de 2003 hace referencia al expediente 17.1/00 según el cual La Cosa percibió 97 millones de pesetas por restaurar en lo posible las condiciones medioambientales originales en El Xaral y en otros desaguisados similares. La tarea era muy fácil pero no se llevó a cabo. Diez años después siguen en su lugar las bocaminas, naves industriales, chatarra diversa, escombreras y manantiales fuertemente contaminados, pero alguien certificó que la restauración estaba hecha, alguien arrambló con el dinero y acaso repartió migajas, alguien supo lo que estaba ocurriendo y mantuvo la boca cerrada. Actuaciones como ésta son inumerables y continúan y se agravan con la urgencia presente. Y no pasa nada.
Hace un año, la riada acabó con el ya vencido puente de Barcenachana. ¿Cuál fue la medida tomada por la administración local? Colocar una señal de prohibido el paso para cubrirse las espaldas en caso de accidente. Por el momento, eso fue todo.
Aguas abajo de Barcenachana, el río Tuerto profundiza una cueña. En las viejas hablas asturleonesas abunda un topónimo que, según los valles, toma diferentes formas: cuenyo, cueña, cuendo, cuendia y alguna más. Hay quien relaciona esta voz con el diminutivo latino conchula,
que vendría a significar concavidad o desfiladero en un paraje
peñascoso, como es el caso. Otra propuesta, que a mi me gusta más, hace
derivar cuendia de condo -didi -ditum: encerrado, enterrado u oculto. De ahí que este segundo puente sea llamado de Las Cuendias o Las Condias.
El Plan General de Carreteras de 1864 incluyó, entre las rutas de segundo orden, la de Ponferrada a Luarca a través de Leitariegos. En 1870,
la Administración aprobó el proyecto del ingeniero José Nogales para el
tramo entre Las Rozas (Villablino) y El Puerto, pero pasaron los años
sin que la obra arrancara. Mientras tanto, el tráfico de caballerías
seguía discurriendo por el viejo Camino Real. El recordado Melchor Rodríguez Cosmen me contó que un antepasado suyo, El Provisor de Leitariegos, logró acelerar la construcción gracias a su amistad con Queipo de Llano, Conde de Toreno y Ministro de Fomento en aquel año de 1879. De entonces data este Puente de Las Cuendias.
Para empezar a destruirlo, siglo y poco después, no fue necesario ningún trámite. Hace unos años, con motivo de adecentar la carretera, ocurrió lo que siempre ocurre aquí pero no sucede
en otros valles de la misma provincia. La incuria habitual facilitó
que los pretiles, con sus bien labradas albardillas, se esfumaran en
cuatro días. En su lugar, hay
ahora unas barandillas que válgame santo Domingo de La Calzada, patrono
de los técnicos de obras públicas. Además, un amplio espacio anejo parece concebido para que maniobren los camiones que descargan hacia el río desperdicios de todo tipo. Al pie mismo
del puente hay botellas de oxiacetileno, extintores, hierros,
chapas, bidones de aceite, deshechos diversos de labores mineras y qué se yo.
Comentarios como éste molestan o, mejor dicho, dan pie
a exhibiciones de fingida indignación contra quien destapa lo que La Cosa no quiere airear. Puede que este comentario moleste, pero
es peor seguir callando.
La pequeña vega de Ferrera es un buen terreno de aluvión, no más
de quince hectáreas con prados, agua abundante y fácil de trabajar. Además del río Tuerto,
que baja del norte por las brañas de Caboalles, aquí llega
también el arroyo del Puerto de Leitariegos.
En este plano, dibujado en 1886, se ve el antiguo Camino Real atravesando la vega de Ferrera y, en color rojo, la nueva
carretera que bordea y gana altura por el
flanco norte y vadea el río Tuerto en el Puente de Las Cuendias.
Como estamos habituados a situar el norte en la parte de arriba, deberíamos dar la vuelta al plano para comprobar que coincide casi exactamente con la foto inferior.
Hasta muy bien avanzado el siglo XVIII, el paso de la Cordillera Cantábrica a través de Leitariegos fue de los más utilizados por caminantes y arrieros con caballerías o reatas de mulas. El tráfico rodado no fue posible hasta finales del XIX.
Hasta muy bien avanzado el siglo XVIII, el paso de la Cordillera Cantábrica a través de Leitariegos fue de los más utilizados por caminantes y arrieros con caballerías o reatas de mulas. El tráfico rodado no fue posible hasta finales del XIX.
En el año de 1082, una dama lacianiega llamada Gelvira Menéndez, por el bien de
su alma donó al Monasterio de San Juan de Corias (Cangas del Narcea) la villa de Egodegno (El Guadeño,
en Villager de Laciana) con todas sus pertenencias, así como otras
heredades en Llamas, en Caboalles y en la Veiga de Ferrera.
En 1207, un humilde monje de Corias llamado Gondissalvus Iohannes -Gonzalo Juánez- empezó a confeccionar un Libro Registro anotando todas las propiedades de su monasterio. El documento, que hoy guarda la Biblioteca de Montserrat, contiene cuatro referencias a otros tantos albergues que prestaron ayuda a los transeúntes en ruta por Leitariegos durante los temibles meses malos.
Consta que uno de estos albergues u hospitales se construyó aquí, en la vega de Ferrera, por iniciativa de gentes de Orallo y de Caboalles, en fecha no determinada. Más tarde, la comunidad de Corias se hizo cargo de él para llevar a cabo la labor de caridad exigida por la regla de San Benito y, sobre todo, para atender, a modo de estación de servicio, los intereses económicos de los propios frailes y de su dominio, es decir, para proteger a los arrieros, carregadores, pastores y ganados que hacían la ruta entre los pastos de Asturias y los graneros de León.
La expansión de Corias hacia León culminó en el siglo XII. Cuando ya dependían del monasterio los hospitales de Brañas y Ferrera, el abad Pedro decidió fundar otro albergue en el punto culminante del puerto, el de mayor dificultad de toda la ruta, y encomendó la tarea a una persona con experiencia. El hospitalero Juan Díaz, procedente de Ferrera, se hizo cargo en el año 1167. Así consta en el Libro: Illa albergueria que est ad illam petram de illo porto de Lectaregos est de Corias. Populauit eam quidam hispitalarius qui habitabat in illo hospitale de Ferrera, Iohannis Didaci nomine, in diebus Petro abbatis. Sub era MCCV.
¿Cómo es hoy este lugar legendario?
1.- Los Praos de Ferrera y el viejo Camino Real.
2.- El Puente de Las Cuendias
3.- El puente de Barcenachana
4.- Parte de la ruina minera de El Xaral
5.- Explotacion carbonera a cielo abierto
6.- Carretera a Leitariegos
7.- Barranca de Piernaviecha
Sobre la carretera, a la derecha, se ve el enorme argayo conocido como Barranca de Pierna Viecha. La pendiente del monte y la labor erosiva del río a sus pies causó en la antigüedad un desprendimiento del terreno que invadió buena parte de la vega y dio lugar a una gran cárcava. En los últimos años, la barranca vino de perillas para que La Cosa, después de talar el robledal, arrojara en ella cientos de miles de
toneladas de escombro, incluyendo residuos de explosivos y
materiales diversos, todo ello sin ningún tipo de licencia.
Hoy el terreno vuelve a deslizarse bajo ese peso añadido y nuevas grietas se abren en la base.
Hoy el terreno vuelve a deslizarse bajo ese peso añadido y nuevas grietas se abren en la base.
La traza de la carretera ya fue modificada hace diez años, quizá alguno más, debido a los corrimientos del terreno. Pero el firme no deja de ceder. De momento, el suelo se desliza de manera poco perceptible, la Administración Regional paga el arreglo o el disimulo y, en la confianza de que una nueva gran avalancha no ocurra de momento, el que venga detrás, que arree. Mientras tanto, seguimos haciendo publicidad mediante el acrónimo M&B que tanto vale para Man and Biosphere como para Minería a la Brava o a lo Bestia.
La Cosa funciona así desde hace unos veinte años. Y aún dicen que harán más. Lamentable.
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