Schubert: Ave María.
London Symphony Orchestra.
Hoy día, quien quiera adquirir un santo en cualquier tienda de imaginería sacra tiene que andar con ojo, sobre todo si el bienaventurado en cuestión vivió entes del XVI, porque la hagiografía y la iconografía alusiva a los quince primeros siglos del cristianismo está algo embrollada. Hay mucho nombre duplicado, mucha leyenda amañada y mucho atributo revuelto. Así las cosas, el vendedor puede estar más atento a cerrar el negocio que a poner mucho rigor en él y arriesgarse a perderlo. Sé de una parroquia en Laciana a la que le colocaron un santo por otro y ahora los fieles, sin saberlo, piden mercedes al intercesor equivocado. No sé cómo les irá.
La iglesia de Montrondo está dedicada a Santa Marta, pero la casa principal del retablo la ocupa Santa Marina y Santa Marta no aparece por ningún lado. Es algo extraño, sí, pero no parece producto de un error. La talla de Santa Marina debió de ser encargada allá por el XVIII y entonces estos asuntos se llevaban con rigor. O sea que el lío no debe de ser fruto de una confusión sino, más bien, algo intencionado.
Vayamos por partes.
La imagen, no hay duda, corresponde a Santa Marina de Antioquía. Así la llamaron y aun la llaman los cristianos ortodoxos. Ellos, los bizantinos, la representan castigando al demonio a mazazo limpio pero, en el occidente europeo, la leyenda de esta mártir fue retocada con alguna innovación interesante que restó protagonismo a la maza en favor de la Cruz. Incluso en algunos lugares la confunden con Santa Margarita. Y ojo, porque Margaritas las hay también surtidas.
El caso es que Santa Marina de Antioquía tuvo una vida corta pero tremenda. Convertida a la verdadera fé en su juventud, los sacerdotes paganos, intolerantes ellos, la sometieron a todo tipo de tormentos, a cual más bestia. Acaso el menos truculento, el único con final feliz aunque no definitivo, fue aquel en que un dragón trató de devorarla y digerirla. Menos mal que a la doncella se le ocurrió echar mano de un crucifijo que llevaba consigo para rasgar la panza del bicho y salir triunfante. A efectos materiales la victoria fue pírrica ya que, poco después, los fanáticos ordenaron decapitar a la muchacha y a quince mil correligionarios suyos nada menos. Estos hechos habrían ocurrido a principios del siglo IV.
Andando el tiempo, le leyenda de Santa Marina parece que fue objeto de varias adaptaciones y mejoras, mayormente de matiz. Lo cierto es que suele ser representada como una virgen gloriosa que pisa la cabeza de un monstruo mientras levanta con una mano el crucifijo y alza en la otra la palma del martirio.
El cabezón del monstruo, con rasgos entremezclados de gocho, lobo y burro zamorano, es bien visible en la talla de Montrondo. De la cruz que la santa llevaría en su mano izquierda solo queda el palo inferior y la palma del martirio desapareció por completo.
Esta Santa Marina de Antioquía es la patrona universal de las parturientas. es fascinante casualidad el hecho de que las feligresas de Montrondo bendigan con frecuencia a Omaña con sus partos dobles pero vayamos al grano porque más fascinante aún, y quizá nada casual, es la similitud entre el episodio biográfico de la Santa Marina que se enfrentó al dragón y la siniestra leyenda atribuida al Chao de Montrondo.
La reliquia de la última glaciación que en Montrondo se conoce como El Llao o El Chao -o sea, El Lago-, se encuentra a unos 1.800 metros de altitud, al pie de la peña de Los Dados y muy próxima a la cumbre sudoeste del Tambarón. Hay que caminar unos ocho kilómetros y salvar quinientos metros de desnivel para llegar desde el pueblo hasta allá arriba.
Como ocurrió en tiempos pasados con cualquier excepcionalidad geográfica, El Llao también mereció su leyenda. El mito del dragón tiene versiones que difieren algo entre un pueblo y otro o según el filandón en que se escuchen y la capacidad fabuladora del relator. En Montrondo oí decir que, en la antigüedad remota, El Llao era morada de una serpiente descomunal que mantenía aterrorizada a toda la feligresía. El monstruo exigía que cada año, por la fiesta del Corpus, los vecinos le entregaran una doncella. La elección de la víctima se hacía por sorteo y, en cierta ocasión, le toco el turno a la familia de un poderoso quien, a base de dinero y coacciones, logró sustituir a su hija por la moza de una casa muy pobre. En víspera del Corpus, cuando la muchacha subía hacia El Llao para sacrificarse, saliole al paso una hermosa y dulce anciana, acaso la Virgen María, quien le entregó un rosario y le advirtió:
- Cuando la serpiente asome la cabeza fuera del agua, échaselo entre las fauces.
Y así ocurrió. La moza le arrojó el rosario y la bicha murió entre horribles estertores, con la cruz atravesada en el tragadero, y el cuerpo desapareció en el fondo para siempre jamás.
Al oeste del Tambarón, en el hermoso lugar de Salientes, la siniestra fama de El Llao también infundió en su tiempo mucho temor. Charlando hace unos días con Carmen, la artista de las Mil Madreñas Rojas, recordaba ella su infancia, cuando le hablaban de aquella serpiente que, por llevar viviendo en El Llao desde siempre, zampando ganados y pastores, había llegado a alcanzar un tamaño descomunal.
- No sé si la laguna causaba inquietud porque allí se ocultaba el monstruo o, al contrario, fue la inquietud de los antiguos pastores la que terminó dando origen al mito. Así son también las leyendas, reveladoras y equívocas, como la voz de las Pitias. El caso es que la laguna del Tambarón era inquietante y a mí, de pequeña, su solo nombre me causaba terror.
El Tambarón visto desde el Miro de la Gloria.
- Parte de aquel pozo tiene un fondo más o menos claro y pedregoso pero el resto está cubierto de limo y de plantas acuáticas. Si arrojas una piedra en esa zona, ni siquiera escuchas el golpe contra el agua. Siempre oí decir que por allí había coladeros profundos de donde jamás volvía a emerger lo que entraba. Todo el mundo sabía que varios bueyes de Montrondo habían desaparecido por aventurarse a beber más adentro de lo prudente.
- En Salientes nunca nos explicaban con detalle cómo había sido la relación de los vecinos con la serpiente en aquellos tiempos del terror. Contaban que los antiguos habían llegado a un pacto según el cual el monstruo se comprometía a permanecer en las profundidades, sin dejarse ver, sin atacar a nadie, a cambio de que una persona del pueblo acudiera cada día de San Juan, a la salida del sol, para servirle de alimento. Y así ocurría uno y otro año. Al amanecer de cada 24 de junio aparecía la bicha que, tras engullir a la víctima, volvía a dormitar en el fondo.
- La persona que debía sacrificarse era determinada por sorteo y ocurrió que, en cierta ocasión, le tocó la desgracia a un anciano viudo y con varios hijos. Uno de ellos, la muchacha mayor, pensó que sería tremendo para sus hermanos perder al padre, por más que fuera hombre viejo. Por eso decidió entregarse ella misma al monstruo.
- La persona que debía sacrificarse era determinada por sorteo y ocurrió que, en cierta ocasión, le tocó la desgracia a un anciano viudo y con varios hijos. Uno de ellos, la muchacha mayor, pensó que sería tremendo para sus hermanos perder al padre, por más que fuera hombre viejo. Por eso decidió entregarse ella misma al monstruo.
- En la víspera de San Juan, por la tarde, la rapaza se puso en camino con intención de ir dormir al otro lado del Tambarón y despertar a la orilla del agua, como exigía el acuerdo. Esta es la parte de la leyenda que más me angustiaba cuando yo era niña. El camino por donde subía la pobre muchacha era la senda de L
Salientes visto desde El Tambarón.
- Rememoro la historia y, aun hoy, la ascensión de la chica por La Perdiguera arriba me parece lo más angustioso, lo más insoportable. Al menos hasta el momento en que se encuentra con alguien que viene en sentido contrario. Es una mujer que lleva un saco al hombro, que se detiene a la altura de la muchacha y trata de saber a dónde va por aquellos andurriales y a tales horas. La moza se lo explica. Lo que escucha la dama del saco es tremendo; por eso la mira compasiva, busca algo entre sus ropas, le entrega un rosario y le advirte que tan pronto como la serpiente abra sus fauces, se lo arroje dentro.
- Al amanecer, el primer rayo de sol alcanza la superficie de la laguna y entonces el agua se agita, se alborota y emerge la cabeza chorreante del monstruo que mira y se acerca ... y en cuanto la chica tiene delante aquella enorme boca abierta de par en par y siente el vaho apestoso del aliento, le lanza dentro el rosario con todas sus fuerzas. Y ocurre el milagro. El rosario crece súbitamente hasta convertirse en una inmensa cadena que se enreda por dentro y por fuera de la bicha y la arrastra hacia al fondo.
- Según la mayoría de las versiones que escuché, la campesina del saco era
- Algunos han querido comprobar si esto que ocurre en las mañanas de San Juan es cierto, pero todos fracasan porque, al parecer, por alguna razón imposible de explicar, nadie aguanta en vela al pie del agua hasta el momento en que el alba se anuncia.
Lo que fue de Santa Marta en Montrondo no se sabe. En cuanto a Santa Marina, cuando su culto fue exportado a occidente, en algunas regiones pasó a llamarse Santa Margarita. En las representaciones más antiguas -iconos coptos y bizantinos- aparece agarrando al demonio y propinándole golpes de maza en la cabeza, en alusión a la victoria sobre el pecado. Entre nosotros, el diablo fue reemplazado por un dragón y la leyenda incorporó un episodio nuevo, ese demonio bajo la forma de un enorme reptil que habría atacado a la santa y que ella rechazó con la Cruz. A través de los siglos, la leyenda de Santa Marina de Antioquía se fue confundiendo con la de otras mártires y hay alguna que lleva el mismo nombre pero distinto gentilicio, como es el caso de la gallega Santa Marina de Aguas Santas.
4 comentarios:
Interesantísimas leyendas. Parece que allá por las Highlands, en Inverness, se manejan mejor con esto del marketing y la comunicación, y han sabido rentabilizar mejor el mismo producto que nuestros amigos de Montrondo y de Salientes.
La foto de cabecera, la que está hecha desde el Miro de Valdeprao, es una maravilla.
Saludos
No conocía esta versión, del pozo LLAO aunque todas son muy parecidas, la escuche muchas veces, y siempre me sobrecogía el pensar en la dichosa serpiente de 7 cabezas, estuve dos veces en el Pozo y aunque cuesta subir y bajar, merece la pena, los arándanos de alrededor deliciosos, y el agua de la fuente el cuatro inmejorable para comer la tortilla.
hola! que bonito, como bien dices depende del que relate la historia es de una manera u otra. A mi me la contaron con la diferencia de esta, que la serpiente tenia 7 cabezas y la (Virgen) mando a la muchacha tirarle el rosario a la cabeza más grande y cuando lo hizo se convirtió en un capudo que hay por allí pero que no se ubicarlo... esto por el lado de Montrondo. Pero así todo cualquiera que sea la forma, es una leyenda que a mi siempre me gustó mucho y que cuando subes allí, no dejas de imaginarte a la serpiente jejeje. saludos. Mónica
¡Qué interesante! (como siempre) No sabía de ninguna leyenda con monstruo del lago por nuestras tierras.
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