Muy agradecido a los seguidores de este blog, os informo de que termina esta experiencia a la par que acaba el año. La noche que viene es la de los grandes propósitos, ya sabéis, y uno de los míos consiste en ... digamos que administrar mejor la aceleración del tiempo. Ojalá se cumpla esta aspiración y también todas las vuestras. Gracias.

Julio.

Nochevieja de 2013.


jueves, 24 de enero de 2013

Cospedal






Requiem de Fauré. In Paradisum.
 

A lo mejor en 2008, cuando traté el asunto por primera vez, el título Dolores de Cospedal tenía alguna gracia. Ahora no tiene ninguna, como tampoco la tienen las últimas noticias alusivas al retablo contra el que arremeten todos los meteoros desde que el techo de la iglesia se hundió hace ya muchos años.



En 2005 eché a rodar mi bolita de nieve por ver ver si, unida a otras más gordas, el empujón surtía efecto. En 2009 volví a la carga. En 2011 pareció que nos habían hecho caso. Por la prensa y por Bruno, el cura que atiende no sé cuántas parroquias de Babia y Laciana, supe que pronto estaría reparada la iglesia de Cospedal, con su tejado, su piso y su puerta nuevos.
 
La restauración se esperaba para la primavera de 2012 merced a una subvención aprobada por Fomento. Pero acabo de saber que, de lo dicho, nada. Que la podadora de presupuestos alcanzó también esta partida y al templo de Cospedal parece que, definitivamente, le toca ser ruina romántica, cobijo de bichos varios, jardín de sabugueiros e inspiración de poetas. En cuanto al retablo, vuelve el polvo a la tierra como era en un principio y el espíritu retorna a quien se lo dio. O sea, dicho en laico prosaico, a tomar pol saco la madera, el arte del tallista y la memoria de los cospedalinos de entonces. 

Otra pieza que se pierde en nuestro lacerado paisaje cultural, claro que, en los días que vivimos, esto es comprensible. Si la podadora entra sin duelo en los presupuestos de salud, dependencia y enseñanza, natural será que lo haga con la partida para arreglo de iglesias de pueblo poco significantes en estos reinos donde tanto arte sacro abunda. León y Castilla, el museo más grande del mundo.


 

El concepto Paisaje Cultural se define como el resultado de los procesos ocurridos a lo largo de los siglos en un territorio a consecuencia de las formas de vida y del trabajo de su gente. Eso incluye valores naturales y culturales, materiales e inmateriales, tangibles e intangibles.

En estos días de tamaña necedad y desvergüenza, el paisaje cultural tiene una consideración casi nula y un precio ridículo por mucho que su valor sea de verdad enorme, incalculable, capaz de aportar grandísimos beneficios materiales e inmateriales, tangibles e intangibles a comarcas como éstas del Luna, el Omaña y el Alto Sil.


 

1.- Carretera de León a Villablino.
2.- Estrechón y Cueva de Barrumián.
3.- Iglesia de Cospedal.
 


Cospedal es un lugar de Babia venido a menos, como todos. El INE le atribuye treinta y dos habitantes aunque quizá ya no sean tantos. Nació y creció en un terreno algo apartado, más o menos a la altura del famoso Riolago pero al norte, al otro lado de las vegas por donde el Luna se extravía.
Entre el camino principal de las Babias y el caserío de Cospedal hay un espinazo rocoso que, aun teniendo poca altura, hace la aldea más discreta. A ella se accede por la abertura que el río encontró cuando era poderoso y encauzaba los deshielos desde el Agua de las Collares y el Vacheoscuro. Y ahí mismo, en la puerta de Cospedal, en la base de la peña que cae por la mano derecha, se ve la entrada a la Cueva de Barrumián.

 

  Acceso al vestíbulo de la cueva de Barrumián. 

Dicen que es posible descender a estancias inferiores de esta caverna que en otro tiempo sirvieron como osario para animales domésticos y alimañas silvestres como el Hermano Lobo.




Me gusta hurgar en lo que se escribe sobre el posible origen y significado del nombre de los pueblos. Xosé Lluis García Arias dice que quizá el céltico uaspam > guaspa > gaspa > caspa sea responsable del asturiano caspiu -peñasco, tipo de piedra cascajosa- y es posible que un abundativo de caspiu lo tengamos en el pueblo babiano de Cospedal, aunque también se ha querido interpretar como un derivado del latín cuspidem.


¡Nieve ligera, copo blando, cuánto ardor en masa! (Jorge Guillén)

Poco más allá de la cueva está el cartel de bienvenida al pueblo, a 1.300 metros de altitud, donde cuando el cielo manda la nieve que alumbra de noche y de día lo puede hacer sin tasa y cuando el sol asoma no hay ojo que resista el ardor del paisaje.















 


El arroyo de Cospedal baja por el medio del pueblo y lo hace casi desmandado en
estos días de enero en que se están sucediendo las nevadas y las blanduras
con una cadencia que parece trastornada.



En el cementerio -koimetérion o dormitorio en griego- los creyentes anhelaban que sus cuerpos reposaran en paz hasta ver qué se resolvía en el Día del Juicio. Aunque ya en el siglo VI el derecho civil y el canónico acordaron alejar las tumbas del interior de las iglesias, quien tenía posibles siguió reservando plaza en las naves y capillas mientras la clase de tropa se conformaba con una parcelita a la intemperie, aunque próxima a los muros del templo.
Los gobiernos del Siglo de las Luces promovieron la construcción de cementerios nuevos lejos de las poblaciones.
En el caso de Cospedal, como en tantos otros, el problema de los muertos se resolvió a costa del de los vivos. Estos penitenciaban para acudir a misa cuando caían nevadas como la presente y los otros se reciclaban allá arriba tranquilamente.









 



 









Siguiendo el camino de la iglesia y el cementerio, un poco más allá, al pie de una peña, mana la Fuente del Abedul. Así se llama aunque hace tiempo que al abedul lo sustituye un fresno. En su Relato de Babia, Luis Mateo Díez da cuenta de un filandón al que asistió y en el que escuchó relatar cómo antiguamente, por Jueves Santo, era costumbre que los niños pasaran la fuente del Abedul entrando por el agujero que hay encima de la roca y saliendo por el manadero. Parece que el pasadizo está ya atascado o muy deformado.

 
 
Y, para terminar, vamos con la crónica de una unción de hombre y mujer que no fue bendecida en esta iglesia y al pie de este retablo hoy huérfano. Una crónica social versificada por el reverendo páter don José Arienza, cura de Villasecino y de Riolago, su pueblo natal.  El relato, repetido en centenares de filandones, es por tanto patrimonio cultural e inmaterial a conservar. Se titula Cosa nueva en villa vieja y como entró en decires hace más de un siglo -el vate falleció en 1911 y los hechos debieron de ocurrir bastante tiempo atrás- ya no da lugar a escoceduras.


¡Ay,  o tempora, o mores, (1)
oh tiempo de los degorrios! (2)
¿Qué ha pasado en Cospedal?
Pues nada, que un zascandil,
aunque no en forma legal,
contrajo por lo civil
con una … tal para cual.
Contrajo, sí, un avestruz
muy orondo y muy fresquito
sin presencia del juzgado
de aqueste nuestro distrito.
Y en realidad, de verdad,
¿para estar amontonado (3)
hay tal vez necesidad
de que intervenga el juzgado?
Si es o no invención moderna,
vive Dios que no lo sé,
pero el casamiento fue
en medio de una taberna.
Allí que llegan sedientos
varios pejes de lo lindo
chiflan, fuman, cuentan cuentos,
pónense más que contentos,
incluso don Gurrosindo.
- ¿Me recibes por mujer?
- Sí, hermosa, ¿y tú serás mía?
Sí, hermosísimo Cupido,
te recibo por marido
con grandísimo placer.
Tal, sin más requerimiento
y sin otra ceremonia,
celebrose el casamiento
que está sirviendo aún de cuento.
¡Válgame santa Apolonia!
De lo cual inferirás,
lector mío muy amado,
que el caso fue por detrás
de la Iglesia y del Estado.
Y sacarás, cual yo saco,
que a tan peregrina unión,
entre el humo del tabaco
no le faltó bendición
pues la bendijo el dios Baco.
Y por cierto y a fe mía
que el sitio sí fue aparente
por más que alguno se ría,
que el acto no merecía
otro local más decente.
¿Qué digo? Ni eso merece
un matrimonio civil.
Lo que sí le pertenece
es -y apelo a León Trece-
de cerdos una cubil.
Hasta Manuel Tarandón,
con ser mozo de parada,
si hoy viviera, de esa unión
apartara, y con razón,
la vista escandalizada.
Gime y llora, oh Cospedal,
que a tu frente sin arruga
y limpia a carta cabal
le ha salido una verruga
con el casorio infernal.
¡Oh mengua! ¡Y que esa importuna
pareja de cascanueces
se ufane con tal fortuna
de haberse librado de una
serenata de almireces! (4)
¡Qué cosas se ven! ¡Qué cosas!
Cásanse viudos y viudas
y hay cencerradas ruidosas
y están las cencerras mudas
ante uniones vergonzosas.
Cuando así se enlazan dos
en el Siglo de las Luces,
ganas me dan, vive Dios,
de apellidarle el de los
alcornoques y avestruces.
Lector discreto: ¿no sientes
que hoy no esté vivo el gran Cueta (5)
para alegrar a las gentes
a costa de estos dos entes
con sus golpes de poeta?
¡Quién al presente me diera
el pincel y los colores
de Gabriel  y su mollera,
para echar a la cabrera
docena y media de flores!
¿Flores dije? No, no tal,
porque es ésta una palabra
que reprueba la moral.
Flores no, que suena mal
echarlas a una casada.
Flores, flores, Dios me asista,
que el gachó recién casado
tendrá oído delicado
pero, en materia de vista,
no fue muy afortunado.
En efecto, se casó
el novio, pero no vio
lo que su desdicha labra:
que esa con quien se casó
es una completa cabra.
No vio el novio y aún no ve
porque -ten, para, componte-
¡barajo!, ¿me entiende usté?
Todo el mundo sabe … ¿qué?
¡Que la cabra tira al monte!
Vamos, ¿no tengo razón?
Si eres franca y nada zorra,
cabra, en más de una ocasión
¿no has entrado en intención
de echar al majo a la porra?
Porque, ¿no es cierto también
que, por cabra y casquivana,
hubo ya más de un belén
entre ambos y que muy bien
él te zurró la badana?
Mal vivís y mal estáis
y en el pecado lleváis,
lleváis, sí, la penitencia
y a un abismo camináis.
¿Y qué os dice la conciencia?
Cucú, cucú y más cucú
canta el cuco, pero tú,
hembra real cospedalina,
de su pico oirás "¡concú!"
y lo demás se adivina.
Recuerdo que, allá en mis tiernos
años, cantaba un charrán:
Cabra mocha nun tién cuernos.
Si ha ti salido no te han
por parte de los infiernos,
deja, ya te los pondrán.
Si el demonio está en infierno
justo es pues delinquió,
mas, si nunca se casó,
¿por qué lo pintan con cuernos?
Retírate, buena alhaja,
deja el nido dominguil
y vuélvete al gran Madril.
Si allí peta, aquí non cuacha (6)
el matrimonio civil.
¿Lo oíste, buena muchacha?
¿Lo oíste, rubia gentil?
¿Lo ha oído usted, cucaracha?
Repito, que aquí non cuacha
el matrimonio civil.
Permitidme, remonó,
que al final de mi trabá,
a ti te llame Porcó
y a él le llame Porcá.

________________________
(1) O tempora o mores. ¡Qué tiempos, qué costumbres! Sentencia de Cicerón válida para cualquier tiempo en el que a uno le toca vivir.
(2) Degorrios: demonios en gallego y asturiano antiguo.
(3) Amontonado: amancebado, no casado por la iglesia.
(4) Con las cencerradas, especie de serenatas mordaces acompañadas por ruido de esquilas, campanos y golpes de almirez, expresaban los mozos el rechazo a cualquier matrimonio inconveniente como el de viejo con joven, forastero con moza del lugar o viudos con solteros. 
(5) El Gran Cueta o Páter Cueta fue precursor de Arienza en el sacerdocio y la crónica social versificada. 
(6) Aquí non cuacha: en la lengua del país, aquí no cuaja, aquí no se estila o no se admite.


miércoles, 16 de enero de 2013

Torre de Babia (II): Me quedo contigo

  
 
 
G. P. Telemann: Concierto para oboe en Re Menor
 
 
 
 
En este mes de enero tan proteico, el río Luna va salido de madre por Cabrillanes y un servidor no se quita de encima una mormera igual de persistente y desaforada. No sé si en octubre nos inocularon las sobras de los 37 millones de vacunas contra el virus H1N1 que compró la ministra de aquel gobierno guay y dispendioso o, con esto de los recortes, la ministra de este gobierno lúgubre repartió por los ambulatorios placebos de agua bendita. El caso en que no hay modo de acabar con la mormera. 
Al menos bueno sería que Luis Mateo Díez y Salvador Gutiérrez hicieran algo por devolver al diccionario una voz tan leonesa como es mormera. Díselo tú, Josepín, que tienes mucha mano en la Real Academia.
 
 
Para coger la mojadura del día, esta tarde volví a acercarme a Torre. Siempre he defendido que todos los pueblos de Babia son bellísimos pero si me obligasen a elegir entre La Vega de los Viejos,  La Cueta, Riolago, Villasecino, La Majúa, Torrebarrio, Genestosa, Torrestío o  Villafeliz ... me quedaría con Torre.  
 
 
El Sil y el río de Las Verdes son gemelos porque nacen del mismo huevo, pero no se parecen en nada. Brotan en la reliquia glaciar hoy dominada por las peñas de Orniz y de Los Años y allí mismo toman caminos divergentes. El Sil va resuelto al Atlántico por Laciana y El Bierzo, de falla en fosa, de fosa en garganta y de garganta en cañón. El de Las Verdes se funde pronto con el Luna, el que perdió la cabeza en Piedrafita y ahora vaga extraviado por vegas y pantanos hasta perder también su nombre entre los pedregales de Santiago del Molinillo. A partir de allí lo llaman Órbigo y luego Esla y luego Duero y, por fin, después de tanto vagar, termina donde acaban todos grandes ríos de Iberia excepto, mira tú por dónde,  excepto el que dio nombre a la península. ¡Qué cosas!

        
 
Torre de Babia repartida en cuatro barrios alrededor de su vega. (Foto Sigpac).
 
El río de Las Verdes, durante miles de años de paciente labor, contribuyó lo suyo a enrasar la planicie de 250 hectáreas que se va ensanchando desde Torre de Babia hasta Huergas  abarcando el Pradón de los Quiñones, los Praos de La Presa, Los Trigos y todo lo demás. Torre se desparrama en cuatro barrios organizados muy sabiamente en la cabeza de esa llanura.

 
 
El desvío hacia Torre desde la carretera principal de Babia se toma junto al pueblo de San Félix de Arce. Antes de cubrir el primer kilómetro, este ramal cruza el río de La Fonfría, que baja por La Riera. Aquí mismo, junto al puente, está el caserío de Bildeo que es un modelo de unidad agropecuaria antigua. 

 
 
El Caserío de Bildeo, junto al río de La Fonfría o de La Riera.
 
 

El caserío de Bildeo y el molino en el río de La Fonfría.

 
 
A Torre de Babia se entra por el barrio de Los Señores, tras haber recorrido poco más de tres kilómetros desde la carretera principal. El barrio de Los Señores se distingue por eso, porque aquí tuvieron su casona solariega los Señores en aquellos tiempos del Antiguo Régimen. En la proximidad hay otras edificaciones -como la escuela que ya no es escuela-, todas ellas bordeando por el sur y el oeste La Piniecha o Pinilla o Peña Pequeña, que emerge de la vega con forma de hogaza o de verruga, según lo lírico que se sienta el observador.
 
 
 
En Torre hay casas rehabilitadas con exquisitez para que los viajeros de lo rural y
saludable se alojen en ellas y sepan lo que es sentirse en Babia.

 
Ésta es la casa o palacio de Los Señores fotografiada desde lo alto de La Piniecha. Sus dependencias -corral, pajares, cuadras- se fueron desarrollando hasta que el conjunto quedó cerrado sobre sí mismo, con el corral en medio y la fachada noble mirando al sur y al sol. En muchos pueblos babianos se ven construcciones solariegas de este tipo.
 
 
 
En el acceso por el norte, flanqueando la cancilla de entrada, puede verse una de las piedras de armas más historiada y llamativa de la comarca. Este mismo escudo, el de Los Señores, está labrado en sendas lápidas funerarias, en las iglesias de Torre y de Riolago.
 
 
 
 
Desde encima de La Piniecha se domina la vega de Torre con la línea de árboles que vienen flanqueando el río de Las Verdes y, al fondo, los caseríos de Sotorre y de La Senra.
 
 
 
La calle principal bordea La Piniecha por el sur y avanza hasta cruzar el río de Las Verdes y abocar a la plaza donde está la ermita de Los Remedios. Aquí empieza el segundo barrio, La Villa, el más populoso ... por decir algo. A Torre le atribuye el INE treinta habitantes pero estoy seguro de que en invierno no son tantos.
 
  
 

 
 
Unos cuantos canes zalameros suelen salir a la plaza para dar la bienvenida.
 


Bajando por la calle mayor del barrio de La Villa enseguida a aparece el Museo Etnográfico y de la Trashumancia. Torre de Babia y sus puertos de merinas tienen grandísima fama y una hermosa leyenda, amasada durante siglos, que todo visitante debiera conocer. Es bueno llegar aquí habiendo leído los trabajos del profesor Manuel Rodríguez Pascual, autoridad en materia de la trashumancia. Su reciente publicación, De Babia a Sierra Morena, con magníficos textos y asombrosas fotografías, es una compañía muy conveniente para todo explorador de estas comarcas.

 
 
 
La Fuente de la Villa nace calmada pero abundante bajo un peñón, entre dos casas.
 


A la iglesiona de San Vicente de Torre, montada en un otero, le llaman la Catedral de Babia.

  

 
Aquí yaze Diego Álvarez y su muger Mariana de Quiñones. Entrambos dotaron esta sepultura para sí y sus erederos y sucesores el año de 1627. Él falleció año de 1643.
 
 



 
 
De vuelta en la plaza, junto al puente, la vía que circunvala la vega para enlazar los cuatro barrios sube por la ribera oriental hacia el barrio de La Senra. Senra viene a significar algo así como un montón de pequeñas fincas de labranza. Por el camino de La Senra se encuentran construcciones de lo más variado pero todas muy interesantes. Justo al inicio, todavía en términos de La Villa, hay alguna casa rehabilitada con gusto exquisito.
 

 
Trescientos metros más allá, en La Senra, a mano izquierda del camino, está lo que queda del torreón medieval que dio nombre al pueblo. En primavera y verano casi pasa desapercibido por culpa de los árboles que medran en su interior y los que lo rodean. Junto a la torre hay otra construcción de planta cuadrada. En conjunto, todo es una residencia señorial construida en la baja edad media y ampliada en época posterior. Parece claro que no tuvo la misión de vigilar o controlar caminos puesto que está alejada de las vías principales y en medio de la vega y del pueblo. Jovellanos, en sus diarios de viajes,
alude a ella y dice que perteneció a la noble familia Flórez, muy arraigada en los
vecinos concejos del norte y también en Babia. Los apellidos Flórez y Flórez de Valdés, de Torre, dieron lugar a numerosa documentación durante los siglos XVI y XVII que hoy conservan los archivos de la Real Chancillería de Valladolid.
La ruina de la Torre de Babia -nada que ver con la Torre de Piedrafita- está registrada en la Declaración de Patrimonio Histórico Español por Decreto de 22 de abril de 1949 y por la Ley 16/1985 aunque de nada le haya servido hasta la fecha.
 
 
 
Camino adelante, la casona de Rafael, recordado ganadero y tratante.
 
 
 
En la La Senra se mantienen sin lifting algunas
viejas edificaciones de Torre.
 
 
Durante el invierno, ya digo, quedan muy pocos vecinos en Torre de Babia. En el barrio de La Senra me encuentro alguna vez con un paisano alto, fornido, trabajador, andarín y longevo, o sea, un babiano arquetípico, tan auténtico que hasta se llama Verísimo. Buen conversador, aunque ya duro de oído -como lo empieza a estar un servidor-, solemos charlar a grito pelado porque apenas hay nadie a quien molestar. Hoy no he llamado a la puerta de su casa porque era hora de la siesta.
 
 
En el portalón de Verísimo hay un entremiso muy bien tallado con caliza roxa babiana. Es un fregadero clásico, de los que se instalaban en las cocinas con el desagüe vertiendo directamente al corral o a la calle. No solo sirvió para lavar cacharros sino también para hacer la colada. Aunque a principios del XX ya se vendían en norteamérica lavadoras eléctricas y desde dos siglos antes las había mecánicas con tambor giratorio, esta lavadora tan elemental se usó en los pueblos hasta mediados del XX. Su tambor, estático por supuesto, era la corteza de un tronco de árbol, un cilindro hueco puesto en pie y apoyado en la base del entremiso, en cuyo interior se colocaba la ropa blanca después de un lavado con jabón casero. Sobre ella era vertida agua muy caliente fluyendo a través de una manguera-colador que contenía ceniza de piorno. Este residuo orgánico es rico en hidróxido de potasio, es decir, lejía natural. De aquí la expresión hacer la colada.
 

Desde el barrio de La Senra prosigue el camino y tuerce al oeste para cruzar el río de las Verdes y entrar en el barrio de Sotorre. Por aquí cerca es posible conocer algún molino y la vieja fábrica de la luz.



 
Hace bastantes años me vi honrado con la amistad de tres mozas de lo más agradable, ricas en años -unas más que otras- pero lozanas y rozagantes como suelen mantenerse las señoras en Babia. (Sobre todo si son solteras, como siempre me decía una de las tres). A su casa vengo, cada septiembre, a veces furtivo, para robar unas cuantas manzanas. 
 
Y así termina el reportaje de hoy -que se complementa con El día del glaciarín, y que dedico a Humildad, Paquita y Josefa y a Manolo Cuenllas, hombre de mil oficios, que fue maestro carpintero y animador de filandones.