El Cornón desde El Carbachal (Brañas de Sosas de Laciana)
Georg Friedrich Händel
《Wassermusik》(1717)
Suite Nr.2 D-dur, HWV 349
Amsterdam Baroque Orchestra
Tom Koopman (director)
Tom Koopman (director)
Hace pocas horas un oso pasó por El Carbachal. Las pisadas dicen que debió de acercarse por el valle de Vildeo para vadear el río de Sosas. Sobre el banco de arena las huellas se juntan, como si el animal hubiese dudado o apreciado algo extraño; acaso la calma del agua.
Nuestras huellas se encontraron con algunas horas de diferencia. Pocas horas, supongo, porque llovió abundante esta misma noche y el rastro, aunque algo desvanecido, permanece.
Hasta hace solo un mes, sobre ese banco de arena se despeñaba el río de Sosas desde un puerto. La quinta acepción del DRAE define puerto como presa o estacada de céspedes, leña y cascajo, que atraviesa el río para hacer subir el agua.
El salto de El Carbachal era natural en parte y suplementado por un muro rotundo, apoyado en las peñas por el flanco derecho y con un estribo de enormes piedras en el contrario.
Arriba, una imagen del reciente otoño. Abajo, la de hoy mismo.
La embestida del agua se llevó por delante el estribo, tumbó el muro y socavó la peña que cayó al cauce fracturada en trozos de hasta tres metros cúbicos.
La masa de sedimento, acumulada durante tantos años y deshielos, cedió y bajó al cauce después de que la tromba excavara la vena central.
Ocurrió en mayo. Después de las últimas nevadas, el caudal de un deshielo repentino arrancó los sauces de las riberas. Ramas, terrones y piedras originaron un gran atasco aguas arriba. El reventón y la avalancha se llevaron por delante todos los obstáculos que encontraron, puerto incluído.
De la cascada de El Carbachal apenas queda este escalón.
Supongo que este puerto ya nunca será reconstruído.
Apenas 150 metros aguas abajo, hay otro digno de ser visto. Es un puerto doble. El superior desvía el agua hacia los prados del flanco izquierdo y el inferior a la vertiente contraria.
Si alguien quiere acercarse, utilice la portilla del prado para no dañar la pared.
Obras como éstas requirieron un esfuerzo que hoy es admirable para muchos, insensato o inconcebible para otros y desdeñado por los desaprensivos que tienen la ocasión, los medios, la ayuda y el deber de preservar este paisaje cultural y no quieren hacerlo.
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